Más de 15 años estuvo Juana -una manatí que pesa 500 kilos- para regresar a su hábitat natural. Fue justamente en 1992, cuando Dalila Caicedo, una bióloga marina que trabajaba para la Corporación del Valle del Sinú (CVS), supo que Juana, como la bautizaron los pescadores del río Sinú, estaba en peligro. Querían pescarla para aprovechar su carne, que en la región tiene fama de ser tan rica como la de res. Quizás por eso es que los manatíes son conocidos como las “vacas marinas” (se movilizan del río al mar).
Juana fue rescatada con serias contusiones en su cuerpo y en un avanzado estado de embarazo. Gracias a los cuidados del equipo de la Corporación del Valle del Sinú, y particularmente de Dalila, Juana pudo dar a luz a un saludable bebé que fue bautizado como McGiver, por sus intentos de superar cualquier obstáculo y salir del lugar donde lo albergaban para protegerlo junto con su madre.
Como Juana, la CVS ha ido rescatando otros manatíes, que hoy viven en semicautiverio, en represas naturales, mientras llega la hora apropiada para devolvérselos al río o a la ciénaga.
Con todos los manatíes protegidos, el equipo de la CVS, junto con la Fundación Omacha, entidad a la cual está vinculada ahora Dalila, realiza un trabajo de adiestramiento. “Ellos aprenden a no comer elementos extraños que les pueden ocasionar la muerte, aprenden a prevenir peligros, señala, después de regresar del acto protocolario que debió cumplirse para la liberación de tres de los manatíes que llevaban más tiempo en cautiverio.
Simultáneamente con los cuidados y con la tarea de adiestramiento de estos gigantescos mamíferos, que apenas si dejan ver su trompa en el agua, se ha dado toda una tarea de sensibilización y formación de la comunidad aledaña al río Sinú y a las ciénagas de Lorica y San Bernardo del Viento. A los pobladores de estos municipios, así como de Momil, Purísima, Cotorra y San Antero, especialmente a pescadores, mangleros y agricultores, se les muestra con lujo de detalles qué pierde su entorno cuando deciden matar a un manatí para comérselo asado o en un suculento sancocho.
Cuando un manatí muere -como le ocurrió a Pedro, un bebé de esta especie que fue hallado con una pepa de mango en el estómago, o a Tony, que estaba letalmente arponeado en la espalda- se pierde una parte del equilibrio biológico de los ecosistemas que ellos habitan. Dalila asegura que el manatí no sólo contribuye a evitar el exceso de sedimento en el lecho del río, sino que además al consumir plantas y otra vegetación flotante en la ciénaga, permite también que las poblaciones de peces se conserven. Estas y otras lecciones han sido aprendidas por los pescadores y sus familias, al punto que para ellos también se convirtió en toda una celebración el día que los manatíes fueron liberados.
De los 20 pescadores que cotidianamente colaboran con la CVS y con la Fundación Omacha, se pasó a 40 para el proceso que implicó la liberación de los manatíes. La jornada inició muy temprano en la mañana del 14 de febrero. Con una red adecuada al tamaño de los protagonistas de esta historia, 30 pescadores fueron cercando a uno por uno de los manatíes, empezando por la que podría ser la matrona del grupo: Juana. Una vez en la red, la llevaron hasta una camilla especial, donde luego de cubrirles ojos y oídos con un trapo húmedo y da echarles agua constantemente para mantenerlos frescos, les practicaron los exámenes de rigor: respiración, presión, toma de muestras de sangre, en fin, un examen general. A las pruebas se sumó la instalación de un transmisor, traído desde Puerto Rico por un experto en este tipo de instrumentos. El radio trasmite los movimientos, permitiendo conocer las zonas hacia donde se desplazan los manatíes y localizarlos en los ecosistemas del bajo Sinú.
Ya listos para continuar su camino, sin dejar de mantener su cuerpo húmedo, el grupo de pescadores los iba subiendo al camión que los transportó hasta la orilla del Sinú, a la altura del pequeño municipio sucreño de Momil, donde se adecuó el escenario para presenciar el acto de liberación. Galleticas en forma de manatí, fue el “plato fuerte” del día. Un delicioso pasaboca con un mensaje implícito: sólo así es posible comerse los manatíes.
Entre tanto, la faena de liberación continuaba. Los pescadores bajaron uno a uno a los manatíes y los transportaron manualmente en sus camillas hasta soltarlos en la orilla del rio, un acontecimiento histórico para los pobladores de la región y para los invitados especiales, entre ellos la viceministra de Ambiente, Claudia Mora, quien les dio una emotiva despedida y, por supuesto, para la pionera en esta persistente tarea: Dalila Caicedo, quien no puede detener las lágrimas cuando narra su experiencia y, sobre todo, cuando se refiere a la partida de Juana”.
Y aunque para muchos de quienes vivieron la noticia, este podría ser un final feliz, la historia apenas comienza. Aún quedan en fila otros seis de estos animales, que forman parte de lo que la fundación Omacha llama la Primera Fase de la “Implementación del Plan de Manejo y Conservación del Manatí en la Cuenca Baja y Medio del Río Sinú, en el Departamento de Córdoba”.
Dentro de los objetivos del proyecto figura el de confirmar las rutas y movimientos del manatí, según las diferentes épocas del año, mediante técnicas de telemetría. En el caso de los cuatro manatíes liberados, una estudiante tesis tiene la misión de monitoreas, con ayuda de los transmisores, todos los movimientos y el comportamiento de los animales. Como dos de estos transmisores son satelitales, el monitoreo se puede ver por internet. En el caso de los otros dos manatíes, se requiere un trabajo más dispendioso: navegar con el motor apagado y muy despacio cuando se percibe su cercanía, para detectar lo más fielmente posible sus movimientos.
Otra de las metas es fortalecer el trabajo realizado con las instituciones educativas y las comunidades contribuyendo a la creación de conciencia para la conservación y manejo de los ecosistemas acuáticos en la zona.
Como Juana, McGiver, Romeo y Julieta, quedan otros manatíes que muy probablemente serán liberados a mediados del presente año. En los próximos meses, según lo anuncia la Fundación Omacha, se darán nuevos avances sobre este proyecto pionero en Colombia y del cual se pretende obtener información que permita confirmar las rutas y el estado de las poblaciones de los manatíes, al igual que su comportamiento en el ambiente natural.