Por Manuel Guzmán Hennessey*
Nuestros alcaldes deberían ser activos en los esfuerzos globales para enfrentar el cambio climático.
Le he escuchado ya varias veces al Ministro de Minas referirse al cambio climático. Hace bien. Igual cosa deberían estar haciendo los alcaldes, pues ellos tienen la responsabilidad local del territorio, la adaptación y la prevención. La gestión de las ciudades adquiere hoy un nuevo desafío: el de diseñar planes locales de adaptación al cambio climático. La adaptación no se puede hacer solo con políticas nacionales, es necesario actuar localmente, atendiendo a la vulnerabilidad y a las especificidades de cada territorio.
Los alcaldes deben aterrizar en sus municipios la prevención y la adaptación, en un solo paquete de medidas audaces, articuladas a la revisión de los POT y los EOT. Solo así podrán sus gobernados aportar la voluntad ciudadana para enfrentar entre todos la creciente amenaza. Y que no vuelva a ocurrir lo que ya ocurrió en la pasada ola invernal.
En los 4 años de las nuevas alcaldías lloverá más que antes, habrá también más sequías y se afectará la producción agrícola y pecuaria.
Probablemente haya desbordamientos de ríos y quebradas, y afectación de la infraestructura vial; las enfermedades transmitidas por vectores aumentarán en las zonas templadas y las ciudades de 'clima caliente' soportarán temperaturas muy altas. Todo este panorama debe ser anticipado por los nuevos alcaldes y alcaldesas.
Colombia es un país vulnerable, de manera que todos nuestros alcaldes deberían ser activos en los esfuerzos globales en curso para enfrentar, desde las ciudades, el cambio climático: la iniciativa ciudades y cambio climático (ONU Hábitat), la cumbre de las megaciudades (C40), las iniciativas de carbono neutro, de eficiencia energética y manejo de residuos, además de las de movilidad sostenible. La verdadera función de gobernar no es la de salir a improvisar sino la de anticipar.
Nuestros alcaldes no pueden seguir aislados de las tendencias mundiales, y los ciudadanos, sobre todo en las grandes ciudades, deben exigir de ellos una gestión climática de largo plazo, que articule el desarrollo con la adaptación y facilite a las generaciones que vendrán el tránsito necesario hacia una nueva forma de sociedad, menos dependiente de la electricidad y menos consumidora.
Y otrosí: bienvenido el saber ancestral a las mesas de adaptación; ellos conocen de antiguo el comportamiento del clima y bien pueden contribuir con un saber científico en construcción. Otra cosa son los brujos y los charlatanes. Y la pseudociencia. ?Non fuyades!
* Columna publicada en el diario El Tiempo.
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