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Revista Ecoguía. Noticias Ambientales y Ecológicas

El encuentro con el río comienza con una oración ancestral de la comunidad muisca. Alrededor de 150 personas, la mayoría estudiantes de colegios de secundaria de la capital, se ordenan en un círculo, cierran los ojos y juntan por unos minutos su pensamiento frente a la fuente que surte el río más cercano a sus vidas. El río que pasa cerca a la cuadra donde viven o a un lado del colegio donde estudian. Es el río que envuelve en su corriente el transcurrir de la ciudad. En el área rural, muy cerca de su nacimiento, en el Páramo de Sumapaz, luce limpio, transparente. En el área urbana, la contaminación que lo va enturbiando paulatinamente refleja la ciudad que tenemos. Es el río Tunjuelo o Tunjuelito, como se le conoce popularmente, dueño de mil historias hechas basura en su lecho. Porque a sus aguas van a parar los desechos de una fábrica, los escombros de una nueva construcción, la basura de viviendas aledañas a su ribera y hasta la tragedia humana de un niño ahogado por la mente enferma de su propia madre.

El Río Tunjuelo, por el camino, recoge el día a día del sur de Bogotá, de oriente a occidente, pasando por zonas agrícolas, por sectores residenciales, por áreas industriales y por el Relleno Sanitario de Doña Juana, donde van a parar más de 6.000 toneladas de basura que produce diariamente la capital del país. Y es injustamente el Río Tunjuelo el que recibe buena parte de los lixiviados de esa montaña de residuos.

Por ese fuerte vínculo con la ciudad, un grupo de jóvenes se dió a la tarea de proporcionar un encuentro más cercano con el río. De allí surgió el ritual que desde 2003, todos los años congrega a no menos de 150 personas para que lo acompañen en sus 73 kilómetros de cauce. Para que lo observen diáfano y vayan descubriendo lo que le va dejando la ciudad en cada tramo hasta convertirlo en una especie de cloaca. Así lo recibe el no menos contaminado río Bogotá. Sus aguas juntas van a parar al Magdalena.

“Río Gente” le dicen los organizadores de la travesía, como tratando de adherirlo a cada uno de los caminantes, para que lo traten como a un ser humano, como a la “Gente Gente”. De esa mirada depende en buena parte la cultura que ellos cultivan para crear una fuerte conciencia ambiental que lleve a recuperar esta importante cuenca, alrededor de la cual viven cerca de 2.5 millones de habitantes de Bogotá, equivalentes a lo que puede ser una ciudad más grande que Barranquilla o Bucaramanga.

Entre frailejones y papa

El recorrido comienza con una jornada mañanera por el páramo de Sumapaz, uno de los mayores reservorios de agua del país y del mundo. Los frailejones, el musgo y otras plantas silvestres es el paisaje que predomina en los alrededores, aunque las florecitas moradas de los cultivos extensivos de papa en surcos que se van trepando por los cerros, se cruzan por el camino mostrando uno de los preocupantes problemas de deterioro de las fuentes de agua. Entre las pocas viviendas campesinas que se encuentran en el camino, la de doña Ana Elvia se cruza en la ruta de los caminantes. Ella, junto con su familia, ha vivido allí siempre de un pequeño cultivo de papa y unas vacas lecheras. “Nosotros ayudamos a cuidar el páramo, dice, pero hay gente mala que por esta época le mete candela”.

Al cambio de uso de la tierra “ya sea para cultivos extensivos o para ganadería- se suma la expansión urbana y el desestímulo a la cultura rural, según el diagnóstico elaborado por Territorio Sur, un grupo de 10 organizaciones juveniles que trabajan por la defensa del río. En la zona de Usme, donde transcurre el primer gran tramo del Tunjuelo, se tiene proyectada la construcción de 250.000 soluciones de vivienda. Y precisamente en esta travesía ya empiezan a advertirse vertimientos de residuos de las soluciones habitacionales de Metrovivienda, un proyecto de Interés Social promovido por el Gobierno Distrital.

Más adelante, en la localidad de Tunjuelito, el río recibe las descargas de materia orgánica y metales pesados que generan alrededor de 350 empresas dedicadas a la transformación del cuero. Estas empresas, a pesar de las medidas de control que ejerce el Distrito que en ocasiones ha llevado al cierre o la cancelación de sus licencias de funcionamiento, no cuenta con las tecnología adecuadas para minimizar el nocivo impacto ambiental.

“El Triángulo de las Bermudas”

A la altura de Ciudad Bolívar, una de las localidades más pobladas y de menores ingresos de la población capitalina, el río Tunjuelo recibe el peor de los encargos: los líquidos lixiviados de Doña Juana. Y aunque en las instalaciones del relleno se cuenta con una planta para el tratamiento de estos líquidos no es suficiente por lo cual el río recibe los excedentes acrecentando la contaminación del agua y del aire por los malos olores que predominan en esta populosa zona de Bogotá y que generan enfermedades. “Estos factores traen consigo la proliferación de vectores como la mosca infecciosa que transporta en sus patas residuos contaminantes y se posa en alimentos caseros y productos alimenticios de tiendas. Sus picaduras producen alteraciones, irritaciones y dermatitis crónica”, señala el informe de la Corporación SIE en la sistematización de su experiencia para proteger el río.

En esta misma localidad, la extracción de grava, arena y arcilla por parte de empresas industriales y artesanales amenazan con agotar el recurso con la consecuencias ambientales y sociales que traen consigo estos procesos. “El valle aluvial del río Tunjuelo aporta aproximadamente el 90% de los materiales pétreos que demanda la construcción en Bogotá”, registra el informe de Territorio Sur. Como una manera de llamar la atención de los extractores de material los muchachos han hecho popular el mensaje de “no le saque la piedra al río”. Buscan con ello sensibilizar a las fábricas que extraen todo tipo de materiales del río y le devuelven residuos que invaden el cauce de lodo ahogando así cualquier posibilidad de vida.

Los sectores donde el río recibe toda la influencia de curtiembres, fábricas cementeras y ladrilleras es denominada por los líderes de las organizaciones juveniles el “Triángulo de las Bermudas”, porque allí se pierde la noción de río. Su cauce es alterado e incluso obras como los jarillones (muros de contención) que ha construido la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) para contrarrestar las inundaciones lo invisibiliza.

Cambio de vida

“Esta experiencia le cambia a uno la vida”, dice Viviana Beltrán, una joven estudiante que habita en el barrio Favidi, de la localidad de Kennedy, que forma parte de la cuenca del río. Ella se vinculó a la red de agrupaciones juveniles a través del servicio social ambiental que debía prestar en su colegio, San José de Castilla. Ahora hace parte del grupo juvenil Asinus, que trabaja básicamente en la recuperación de los humedales. Y mientras hace un descanso, después del primer tramo de la travesía, expresa su actitud hacia el río: “Me duele la indiferencia de los habitantes del río, son muy individualistas no hacen nada por recuperarlo”, comenta mientras repasa las cosas que según su criterio lo afectan más: “Lo que más daño le hace son los lixiviados y la explotación de las cementeras. También me parece que los cultivos de papa afectan la cuenca y los acuíferos”.

Con ella y los demás muchachos que caminan animados con su equipaje de mano y ataviados de tenis o botas pantaneras, ha ido creciendo un promisorio cultivo de conciencia ambiental, de jóvenes que sienten el río como suyo y como tal tratan de cuidarlo de mil maneras: con jornadas de arborización, de limpieza y podas de árboles, de rescate de las costumbres ancestrales de la comunidad muisca, primeros pobladores de estas tierras...

Johan Sebastián Cruz Suescún, quien hace parte de la Corporación SIE y de la Red Juvenil Territorio Sur, ha participado ya en cuatro travesías. Su balance sobre el Tunjuelo es que aún persisten grandes fuentes de contaminación, por lo que falta más compromiso social y mayor control por parte del Gobierno Distrital. Se lamenta por las cercas que han ido cerrando la libre movilidad por la zona de influencia del río y que muestran la privatización de estos territorios. Observó que le siguen sacando la piedra al río y que llega un momento, después del tortuoso paso por el llamado Triángulo de las Bermudas, en que el río pierde por completo su color. Se torna café y en ocasiones negro. La comunidad, dice, la pierde el respeto, se vuelve un caño maloliente. Pero se alegra de que todavía sea posible bañarse en la parte alta del río, muy cerca a su nacimiento y que allí todavía se encuentren ranas, cangrejos y otras especies propias del ecosistema de páramo. Y celebra también, entusiasmado, que la comunidad rural que circunda el Tunjuelo se está organizando positivamente para proteger su espacio y salvaguardar este importante recurso.

A estas acciones se suma la de los jóvenes que como él se han organizado en el colectivo de Territorio Sur. Desde esta red, afirma Sandra Martínez, de la Corporación SIE, se trabaja activamente en la formulación de Políticas Públicas, lo que ha dado como resultado el Plan de Ordenamiento y Manejo de Cuenca, un proceso social que se trabaja conjuntamente con la Corporación Autónoma Regional CAR y la Dirección de Parques Nacionales Naturales.

Ha sido tan enriquecedora la experiencia juvenil alrededor del río Tunjuelo que este año fueron invitados jóvenes de otros departamentos como Caquetá y Chocó, a encontrarse con el río y a conocer la red social que se ha tejido para protegerlo. Anyerson Arroyo. quien vive en inmediaciones del río Cajambra, a unos 45 kilómetros de Buenaventura, asombrado por la belleza natural del páramo, resume en una frase la lección que le deja el primer día de la travesía. “Es bonito lo que hacen aquí por el río, uno hasta podría escribir un libro”.

De hecho ya se han escrito varios documentos sobre este proceso, liderado por la Corporación SIE, organización social que este año ocupó el segundo lugar del Premio Planeta Azul, por la tarea pedagógica que vienen realizando con los consejos escolares ambientales del sur. Un verdadero río de jóvenes unidos por una causa común: el cauce de su río, el cauce del Tunjuelo.

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