El acuerdo firmado en La Habana, Cuba, entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, representa un logro histórico para alcanzar la convivencia pacífica en todos los rincones de Colombia y la posibilidad de un manejo más adecuado de los recursos naturales, abatidos por los cultivos ilícitos, por los derrames de crudo y otras actividades como la minería ilegal y la deforestación. Sin embargo, los retos en el campo ambiental, son enormes, según analista del Instituto Alexander von Humboldt.
BOGOTÁ, Junio 25 de 2016.- La firma de los acuerdos para poner fin al conflicto armado entre el Gobierno nacional y la guerrilla de las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), cambiarán de manera importante el contexto y las condiciones de manejo de una gran extensión del territorio nacional y de la biodiversidad que este alberga.
Esta primera reflexión del investigador Carlos Tapia, del instituto Alexander von Humbolt, advierte que la implementación de los llamados “acuerdos de paz” puede traer consigo oportunidades para proteger nuestro patrimonio natural afectado por varias décadas de violencia armada, pero también plantea amenazas y podría implicar nuevas dinámicas de transformación de los ecosistemas del país en las zonas de influencia.
En su opinión, se requiere aportar mejor información sobre la biodiversidad del paìs y promover la construcción de mejor conocimiento para orientar las decisiones del Gobierno y de las sociedades inmersas en el proceso de consolidación de la paz.
Aunque el analista celebra el acuerdo, advierte que el deseo legítimo de encontrar mecanismos que pongan fin al conflicto armado y den inicio a transformaciones políticas, económicas y sociales que hagan posible una “paz estable y duradera”, parecen confundirse con un excesivo optimismo y confianza desmedida en la existencia de soluciones técnicas.
Se suele suponer que los especialistas tienen respuestas de manejo y producción, organización institucional y ordenamiento político disponibles y que pueden ser implementadas de forma exitosa si tan solo se cuenta con la voluntad política y los recursos financieros adecuados.
Lo cierto, subraya el funcionario, es que la manera de ordenar (o re-ordenar) las dinámicas de ocupación y el uso productivo de los territorios que han sido escenario de confrontaciones armadas, así como reestructurar y fortalecer la institucionalidad local y regional, paralelo al fortalecimiento del “Estado Social de Derecho” para avanzar así en la construcción de un marco de reconciliación y paz, es un asunto complejo que está lejos de recetas pre-existentes.
En este proceso, como en muchos otros asuntos, la incertidumbre y la dificultad de contar con estrategias probadas o consensos sociales sobre las mejores rutas de acción, son evidentes.
Se abre ante nosotros el reto de repensar las rutas para garantizar el bienestar social y formas sostenibles de relacionamiento con nuestro complejo medio natural. Re-descubrir y re-valorar lo que ya sabemos o lo que hemos aprendido para proteger nuestro patrimonio natural y la vida en todas sus formas parece fundamental en esta nueva etapa, anotó.
Consolidar la paz en nuestro país es sin duda una oportunidad para reconfigurar nuestra forma de relacionamiento con la complejidad y riqueza de nuestro territorio. La búsqueda de esta “reconexión” con lo que es nuestra verdadera identidad geográfica y cultural, implica un enorme desafío a la imaginación y a nuestra capacidad de construir respuestas políticas y técnicas adecuadas.
El propósito es aún más difícil si consideramos las condiciones del cambio global cada día más evidentes y los escenarios de incertidumbre que se derivan de estos cambios, para los que las aproximaciones convencionales y la ciencia académica parecen tener valiosas pero limitadas respuestas, concluyó el invetigador.