Por Stephen Leahy*
El Protocolo de Nagoya de Acceso y Participación en los Beneficios de los recursos genéticos fue el logro más ambicioso de la cumbre de la biodiversidad, celebrada en Japón.
NAGOYA, Japón, 1 nov (Tierramérica).- Los delegados a la 10 Conferencia de las Partes (COP 10) del Convenio sobre la Diversidad Biológica acordaron un plan raquítico para la hercúlea tarea de frenar la desaparición de especies. El pacto sobre recursos genéticos fue la excepción.
Los representantes de más de 190 países accedieron a colocar bajo régimen de protección 17% de las tierras y 10% de los mares y océanos para 2020.
En la actualidad se protege menos de 10% de las tierras y menos de 1% de los mares. Pero el objetivo inicial era llegar a 25 y 15% respectivamente.
Entre lo acordado se incluye el Protocolo de Nagoya de Acceso y Participación en los Beneficios de los recursos genéticos, el logro más notable de la COP 10, que de todos modos se estuvo negociando durante 18 años.
El Protocolo de Nagoya establece mecanismos para utilizar el material genético de plantas, animales y microbios en la producción de alimentos, medicinas, insumos industriales, cosméticos y en muchas otras aplicaciones.
Por “acceso” se entiende la forma en que se obtienen esos recursos, y “reparto de los beneficios” significa cómo se distribuyen las ganancias que deje ese uso.
El aprovechamiento de los recursos genéticos le debe mucho a los conocimientos empíricos adquiridos por los pueblos indígenas durante siglos de uso y observación.
Los pueblos originarios se consideran depositarios y protectores de buena parte de la biodiversidad del mundo y de los conocimientos tradicionales. Sin embargo, sin un acuerdo internacional formal como éste, es imposible que se les reconozca ese papel y se frene la explotación de materiales y técnicas que ocurre hace décadas frente a sus narices.
“El Protocolo de Nagoya es un tratado magnífico” Hemos hecho historia aquí”, dijo Gurdial Singh Nijar, delegado malasio en representación del grupo de Asia-Pacífico.
“Con este tratado esperamos borrar la palabra “biopiratería” del vocabulario del mundo”, dijo Nijar.
La biopiratería es practicada por empresas que se benefician del conocimiento indígena sobre las virtudes de las especies biológicas, pero sin su consentimiento y sin compartir las ganancias.
“Podemos vivir con el Protocolo de Nagoya”, dijo a Tierramérica la activista Joji Cariño, de la indígena fundación Tebtebba, con sede en Filipinas.
El acuerdo sobre un tema complejo y polémico se logró en el último minuto, gracias a la intervención del ministro de Ambiente de Japón, Ryu Matsumoto, según dijeron delegados como el malasio Nijar.
“Representa un gran triunfo y en general es muy bueno”, opinó Preston Hardison, de la estadounidense tribu tulalip.
“El Protocolo sitúa a los pueblos indígenas en condiciones de hablar directamente a los estados sobre nuestros derechos a los recursos genéticos y el valor del conocimiento tradicional en el uso de los mismos”, dijo Hardison a Tierramérica.
China e India querían nacionalizar los recursos genéticos fronteras adentro. La Unión Europea (UE), Canadá y Australia, que tienen grandes industrias farmacéuticas y cosméticas, se resistieron con dureza a los intentos de incluir los productos bioquímicos derivados de plantas y otras especies, señaló Hardison.
Según Christine von Weizs”cker, portavoz de la Alianza del Convenio de la Diversidad Biológica (CBD Alliance), una coalición de organizaciones no gubernamentales, “éste es un gran avance para los países en desarrollo”.
“Dista de ser perfecto, pero ofrece una base sólida para el trabajo futuro”, agregó.
Para entrar en vigor, el Protocolo debe ser ratificado por los países, y los gobiernos tendrán que adoptar normas y regulaciones nacionales sobre acceso y reparto de beneficios para ponerlo en práctica.
Desde luego, como ocurre con muchos tratados internacionales, los países pueden elegir ignorarlo pues no contiene ninguna cláusula vinculante, destacó Hardison.
Aunque parezca increíble, el Protocolo puede ser el más fuerte de los tres pilares del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
El segundo pilar es el plan estratégico con 20 objetivos a cumplir antes de 2020, y cuya finalidad central es llegar a ese año con un ritmo de extinción de especies que sea la mitad del actual.
“Todavía creemos que se requieren metas mucho más ambiciosas para sostener la amplia gama de servicios esenciales que los ecosistemas prestan al bienestar humano”, dijo Russell Mittermeier, presidente de la organización no gubernamental Conservation International, con sede en Estados Unidos.
“La conservación y el uso sostenible de la biodiversidad necesita que el sector público lleve a cabo inversiones catalizadoras, estratégicas y bien dirigidas”, señaló Mittermeier en un comunicado.
Tal vez el pilar más débil sea el tercero: la financiación para implementar el Protocolo y el plan estratégico.
De momento se destinan 3.000 millones de dólares anuales a la asistencia al desarrollo en materia de biodiversidad y conservación. Los expertos coinciden en que la suma debería ser de entre 30.000 y 300.000 millones de dólares. Sin embargo, en Nagoya no se logró ese compromiso.
“Tenemos que aprovechar la energía de esta reunión, donde hemos visto compromisos significativos y una renovada voluntad política, así como dinero real” procedente de, por ejemplo, Japón, dijo Jane Smart, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Hace dos semanas, cuando se inició la conferencia, muchos países africanos, asiáticos y latinoamericanos insistieron en la importancia de que el Norte industrial efectuara compromisos financieros firmes. Como Estados Unidos no es miembro del Convenio sobre la Diversidad Biológica, la mayor parte del dinero debe provenir de la UE, que sufre el impacto de la recesión económica.
La UE no asumió nuevos compromisos financieros. Según fuentes de las delegaciones, los países del Sur en desarrollo aceptaron que el plazo para esos compromisos se extienda hasta la próxima COP, que se llevará a cabo en India en 2012. Y a cambio, los gobiernos de los países ricos dieron su visto bueno al Protocolo de Nagoya.
“África exige a los donantes aumentar sus contribuciones. Sin financiamiento, éste será un acuerdo vacío”, dijo James Seyani, de Malawi, y portavoz de los países africanos.
“Estamos orgullosos de que haya un acuerdo sobre acceso y reparto de beneficios. Pero volvemos a solicitar a los países donantes que respondan a nuestra petición de desarrollo de capacidades, para que podamos implementar este pacto en nuestros países”, dijo Seyani en la clausura de la conferencia.
* Corresponsal de IPS