Por Emilio Godoy*
MÉXICO, 8 nov (Tierramérica).- Las bellezas de la ciudad oceánica mexicana de Cancún pueden haber sido una razón para elegirla como sede de la próxima cumbre mundial de cambio climático. Pero nada indica que sea un modelo de adaptación a los rigores del recalentamiento.
Destrucción de manglares, exceso de basura y sobrepoblación hotelera son algunos de los problemas de Cancún, “olla de culebras”, según uno de los varios significados atribuidos a su nombre maya.
“Cancún es una verg”enza. No me explico cómo la eligieron para la cumbre, es ejemplo de lo que no se debe hacer”, dijo a Tierramérica la ecologista y ex funcionaria pública Guadalupe Álvarez, fundadora de la organización no gubernamental Cielo, Tierra y Mar.
Entre el 29 de noviembre y el 10 de diciembre se celebrará allí la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), en busca de un acuerdo global que reduzca la contaminación que está recalentando la atmósfera terrestre.
Situada sobre el mar Caribe, en el municipio de Benito Juárez que pertenece al sudoriental estado de Quintana Roo, Cancún aceleró su crecimiento desde 1980 para convertirse en el principal destino turístico mexicano, y pagó por eso una fuerte factura ambiental.
Este año México recibió al menos 11 millones de turistas “que dejaron 13.000 millones de dólares” y seis millones de ellos se dirigieron a Cancún, donde gastaron más de 4.000 millones de dólares.
Además de los visitantes, viven allí 900.000 personas. Cada día se generan unas 800 toneladas de basura, y el único relleno sanitario autorizado no tiene capacidad para absorber más residuos.
“La ciudad tiene un problema de planeación, se ha tenido un esquema de crecimiento fuera de los instrumentos legales, lo que ha ocasionado la erosión de playas. Hay contaminación fuerte”, dijo Tierramérica la delegada del no gubernamental Centro Mexicano de Derecho Ambiental, Alejandra Serrano.
Los manglares ocupan 64.755 hectáreas en Quintana Roo, el quinto de los 32 estados de este país con mayor superficie de estos biomas costeros, caracterizados por el árbol de mangle (género Rhizophora).
En Cancún, estos humedales salobres se extienden por 11.392 hectáreas, pero pierden cada año 4,84 por ciento de su superficie, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Además de albergar una importante variedad de especies, tienen una función purificadora y protegen las costas de marejadas y huracanes y de la erosión.
Tienen además capacidad de absorber carbono. En 2008 los humedales mexicanos capturaron 1,48 millones de toneladas de dióxido de carbono, según The Global Peatland CO2 Picture (El mapa mundial del dióxido de carbono en las turberas) publicado por Wetlands International.
México emite 715,3 millones de toneladas de dióxido de carbono, de las cuales 9,9 por ciento provienen de la deforestación, según la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Detrás del arrasamiento de los manglares está la poderosa industria hotelera. En este punto, las estadísticas mantienen en pugna a la Semarnat y a su dependencia, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
Los programas de desarrollo urbano y de ordenamiento ecológico del municipio, que establecen el uso de suelo en Cancún, fijan la capacidad máxima hotelera en 30.990 habitaciones. Pero la Profepa sostiene que hay 36.852 habitaciones, 5.862 más que las permitidas, un dato que no reconoce la Semarnat.
“La pérdida de la cobertura vegetal sobre la barra que detenía material sedimentario disminuyó drásticamente durante el periodo de desarrollo de la zona hotelera”, señaló en 2009 una recomendación enviada por la Profepa al secretario (ministro) de Medio Ambiente, Juan Elvira.
“La erosión ha ido en aumento del mismo modo que el crecimiento antropogénico. Lo cual resulta obvio cuando se observa que la mayoría de las construcciones se realizaron sobre la duna costera”, agregó.
Tras los huracanes Wilma, en 2005, e Ida, en 2009, las playas pasaron de unos nueve millones de metros cúbicos de arena a sólo 700.000 metros cúbicos, según la Secretaría de Turismo.
Las arenas blancas de Cancún no existirían “de no ser por los arrecifes de coral", dijo a Tierramérica en 2008 el ecofisiólogo marino Roberto Iglesias-Prieto, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El Arrecife Mesoamericano, en aguas de la península de Yucatán y compartido por México, Belice, Guatemala y Honduras, se extiende por 1.100 kilómetros, es una gran atracción turística, una protección ante huracanes y una barrera a la erosión costera.
Pero está declinando por la pesca excesiva, la contaminación y el cambio climático, que calienta y acidifica los océanos.
Tras los huracanes, las autoridades turísticas extrajeron nueve millones de metros cúbicos de arena de otras playas y las inyectaron en Cancún y las vecinas Playa del Carmen y Cozumel, a un costo de 80 millones de dólares.
Una de las más fieras críticas de este rescate playero es la activista Álvarez. En julio, denunció el traslado de arena a la Secretaría de la Función Pública, aún sin respuesta, y en septiembre dirigió una carta al presidente Felipe Calderón.
La Semarnat está por publicar en el Diario Oficial de la Federación una nueva norma de sustentabilidad hotelera que obligará al sector a cumplir estándares desde la concepción del proyecto.
Se establecerán reglas para el uso de energías alternativas, el tipo de materiales de construcción, la vegetación a sembrar, el manejo de las aguas residuales y la prioridad de contratar mano de obra local. Además, no se autorizaría edificaciones en sitios ocupados por manglares.
“Es un gran avance, porque se puede hacer sustentable cada proyecto en cada una de sus etapas”, dijo Serrano, cuya organización acompañó el proceso de gestación del nuevo marco legal.
* Este artículo de IPS es parte de una serie que cuenta con apoyo de Climate and Development Knowledge Network http://www.cdkn.org.