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Bogotá, Agosto 4 de 2011.- La pesca marina desembarcada en puertos colombianos asciende a 100 mil toneladas anuales y suministra unos 37 mil empleos directos e indirectos, pero la sobreexplotación de los recursos pesqueros del Pacífico tiene en alerta a las autoridades ambientales, pues la industrialización de la pesquería, en contraposición a la artesanal, ha puesto en riesgo especies como la piangua, el atún y el camarón.

Así lo determina una investigación realizada por la Universidad Nacional de Colombia y publicada por Unimedios, aunque se deja en claro que pese a los estudios e investigaciones que se han realizado sobre estas especies, aún no existen datos específicos que permitan su cuantificación.

Piangua, de bultos a libras

La piangua es el principal producto de la pesquería artesanal de moluscos de la costa Pacífica. Se calcula que 30 mil familias de estratos 1, 2 y 3 se dedican a extraerla como base de su sustento económico.

Este molusco es conocido con diversos nombres, que varían según su lugar de procedencia. En países como Colombia y Costa Rica se le dice concha o piangua hembra, en Ecuador, pata de mula y en México, almeja sangre.

Durante la marea baja, mientras está descubierto el suelo del manglar, los piangueros “como se les dice a quienes pescan manualmente” aprovechan para llevarse consigo la mayor cantidad de conchas, lo cual ha conducido a su sobreexplotación. Mientras en 1996 se atrapaban aproximadamente 25 millones de pianguas, para el 2008 la cifra cayó a 5 millones.

Enrique Murillo, coordinador territorial del Consejo General de Los Riscales y zonificador de los manglares del municipio chocoano de Nuquí, afirma que las mujeres piangueras anteriormente no ejercían ningún control sobre el tamaño apropiado que debía tener el animal para su pesca.

“Este molusco no se puede extraer si no tiene, mínimo, 5 cm de longitud. Antes es un desatino, pues aún no ha pasado por su proceso de reproducción”, dice Murillo, quien también es pescador, subrayando que en Nuquí es donde más se captura la especie.

Actualmente, además de conocer el momento indicado para su extracción, también es posible distinguir su género “Hace 30 años era complicado saber si se trataba de machos o hembras, entonces la pesca era indiscriminada. Hoy estamos pagando las consecuencias de no haber tenido las reglas claras”, advierte.

Adicional a ello, habitantes de la zona empezaron a tumbar los árboles de los manglares. Según Murillo, “aquí la leña se usa para todo, por eso sobrevino también una tala desordenada. Lo que se ha ignorado es que los mangles no solo son la cuna de la piangua (cuya cosecha ocurre cada seis meses), sino de muchas otras especies como el piaguel, el neón, los mariscos, los pescados y los camarones”.

Hace 20 años, el volumen de pesca de piangua se calculaba por bultos, hoy, por mucho, se sacan seis libras, dice Murillo, para quien el mayor impacto lo causan los barcos atuneros y camaroneros.

Asegura que, “como única restricción, estos navíos deben guardar un kilómetro de distancia entre playa y mar adentro. Del resto del agua toman lo que necesitan, es decir, todos los recursos, y es ahí donde se evidencia que la pesca artesanal siempre perderá”.

Una de las mayores preocupaciones de los pescadores es que las estadísticas sobre la captura de la especie están incompletas, dado que es una actividad comercial informal. Los datos existentes son suministrados por asociaciones, por eso, mientras unos aseguran que son 55 millones de conchas las que se extraen al año en la zona norte del departamento de Nariño, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) señala que son 300 millones con un valor entre 8 mil y 10 mil por cada centenar, lo que representa ingresos entre 24 y 30 mil millones de pesos.

Lo cierto es que los manglares ya empiezan a sufrir las consecuencias de la sobreexplotación, y muestran una disminución en la abundancia y calidad del recurso, tal como ha sido advertido por las comunidades a lo largo y ancho del Pacífico.

Penurias del atún

Datos de la Corporación Colombia Internacional muestran que de atún, especie en riesgo de extinción, en el 2006 se explotaron en el Pacífico 64.163 toneladas, y en el 2009 la cifra se redujo a 24.119 toneladas, año en que aportó el 69% de las capturas en esta región, lo que demuestra que su aprovechamiento es un tema de gran sensibilidad para el país.

Su pesca se realiza durante todo el año, exceptuando aquellas épocas en las que se presentan fenómenos meteorológicos u oceanográficos adversos como tormentas, oleaje o marea alta. Su producción es esencialmente industrial y está conformada por actividades como la preparación de bienes procesados, incluyendo filetes congelados empacados al vacío y carne enlatada.

“No hay estudios disponibles sobre el estado de las principales especies de atún capturadas en aguas colombianas. La mayoría de medidas de manejo que se han adoptado se fundamentan en información de organizaciones regionales, bajo el principio de pretensiones comerciales o políticas nacionales”, indica el biólogo de la Universidad Nacional y director científico de la Fundación Marviva, Juan Manuel Díaz.

La sobreexplotación del camarón

Por su parte, el camarón, uno de los principales recursos pesqueros del mundo, también se encuentra en peligro de extinción. Su producción creciente alcanzó los 3,4 millones de toneladas en el 2005, evaluadas comercialmente en 14 mil millones de dólares que representan el 17% del valor económico de la pesca global.

En el Pacífico colombiano existen dos tipos de flotas pesqueras que lo explotan: la de Camarón de Aguas Someras (CAS) y la de Camarón de Aguas Profundas (CAP), que los extraen entre los 40 y 400 metros de profundidad.

La operación de una embarcación de CAP consiste en realizar seis arrastres diarios, cada uno con una duración promedio de tres horas, durante 35 días efectivos que componen una jornada, lo que se repite cinco veces al año.

“Estas pesqueras enfrentan problemas comunes que amenazan la biodiversidad marina y el desempeño social y económico del sector”, asegura el científico Díaz, al explicar que los procedimientos de extracción resultan especialmente destructivos para la fauna y la flora de estos ecosistemas.

“En los años 2004 y 2006, altos niveles de esfuerzo de pesca produjeron una disminución importante de camarón; el recurso, en su estado actual, refleja sometimiento a un esfuerzo inmediato”, puntualiza.

Colombia demuestra una disparidad entre el volumen de recurso explotable, la capacidad técnica de explotación y la demanda de recursos pesqueros, a lo que se suma la complejidad política y legal de los espacios marinos y costeros.

En ese sentido, para las próximas décadas no se tendrá claro de dónde saldrá ni quién proveerá el estimado de consumo de pescado que se calcula en 11 kilogramos por colombiano al año.

Según el biólogo, la situación actual de la dinámica de pesca en el Pacífico demanda el diseño e implementación de medidas complementarias como vedas y cuotas, que garanticen el sustento para las personas que tradicionalmente dependen de este oficio.

“La creciente tensión entre pescadores artesanales e industriales, sumada a la cada vez más frecuente ocurrencia de fenómenos y eventos ambientales, suponen que pese a ser un recurso renovable, no es infinito. Por eso, es urgente la adopción de normas y estrategias que garanticen la seguridad alimentaria y el bienestar de las comunidades costeras”, concluye Díaz.

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