BOGOTÁ, Noviembre 5 de 2013 (Unimedios).- La presión pesquera, la concentración de población y el deterioro del hábitat son algunas causas que ponen en peligro de extinción a varias especies de peces de agua dulce en el país. El riesgo se ha duplicado en los últimos diez años.
La situación más compleja la afronta el bagre rayado del Magdalena (Pseudoplatystoma magdaleniatum), especie que solo se encuentra en Colombia y ya entró en la categoría de peligro crítico de extinción.
En el norte del país, en la cuenca del río Ranchería, otro animal único en su tipo corre el mismo destino: el pez elefante de rostro largo (Ichthyoelephas longirostris), también conocido como jetón, jetudo y pataló.
La conservación de estos y otros peces es urgente, debido a que hacen parte de la biodiversidad acuática nacional, así como del sustento económico y la supervivencia de muchas comunidades a lo largo y ancho del país.
De las 1.435 especies que tiene Colombia, en estos momentos 81 tienen algún grado de amenaza de extinción. En el año 2002, la cifra llegaba a 42. “En un lapso de diez años se ha duplicado el número de especies de agua dulce que están en peligro”, asegura el biólogo Iván Mojica, investigador del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.
Demanda incesante
Debido a su escasez, el bagre rayado tiene un elevado valor comercial, lo que implica una alta demanda pesquera. Cabe destacar que el 80% de la población colombiana vive en la cuenca del río Magdalena, la única donde habita el pez.
El círculo se agrava por la contaminación y degradación de las aguas en las que vive, como también por la captura de ejemplares cada vez más pequeños que todavía no han entrado en su etapa reproductiva. El profesor Mojica manifiesta que lo anterior ha llevado al empobrecimiento genético y a una previsible extinción de la especie.
Y es que menos peces significan menos apareamientos y más endogamia (cruzamiento entre individuos de ascendencia común).
Otro factor en contra del bagre es que la excesiva demanda impide que pueda realizar su migración anual de forma satisfactoria, en la época conocida como subienda.
“Mientras el caudal es alto, todos los peces se dispersan en la cuenca del Bajo Magdalena y es difícil capturarlos. Pero cuando llegan la subienda y el verano, y las ciénagas se contraen, empiezan a nadar río arriba; en ese momento comienza la pesca masiva”, describe el biólogo.
El 80% de la captura ocurre en esa época. El problema radica en que se interrumpe el regreso de las hembras a los lugares de desove y, por consiguiente, se trunca el surgimiento de una nueva generación.
Los peces regados por la cuenca se reúnen y terminan confinados en las ciénagas, donde los humanos tapan sus salidas de escape. Los que logran evitar la primera redada posiblemente caerán en otro sitio durante su trayecto al sur.
El bagre podría dejar de encabezar la lista de peces a punto de desaparecer con una simple acción: permitir que su ciclo natural de migración, reproducción y desove se cumpla durante dos temporadas seguidas. Una hembra pone cerca de 800 mil huevos; si bien, la mayor parte no se desarrolla por diversos factores naturales, con una porción que prospere se podría repoblar el Magdalena.
Otra estrategia sería seguir el ejemplo de las grandes flotas pesqueras de España, Portugal, Francia y Canadá que dan un subsidio a los pescadores para que no capturen; una alternativa que merma la presión pesquera y permite recuperar la población de peces amenazados.
Riesgo en el río Ranchería
La segunda especie en peligro es el pez elefante de rostro largo o jetón, único en Colombia y en el mundo. Su pariente más cercano está en el río Guayas, en Ecuador. En este caso, los mayores riesgos son la contaminación de su hábitat por la minería, la erosión y la deforestación.
Prefiere aguas rápidas, limpias, claras y bien oxigenadas; es poco usual capturarlo en las ciénagas de la parte baja. En el Magdalena se distribuye desde la región de Neiva en el Huila, hasta la zona del Cesar, y aunque no participa de la subienda, efectúa desplazamientos cortos hacia los tributarios cuando las aguas son menos turbias, durante los meses de verano. En el río Ranchería habita desde la zona de piedemonte hasta cerca de su desembocadura al mar Caribe, en Riohacha.
Sin caudal
La cuenca del río Ranchería es pequeña; se baña de ríos y quebradas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Llega hasta La Guajira a una zona desértica y ahí disminuye el caudal por infiltración en los suelos. En verano, no llega al mar, pues se forma una barrera de arena. Con todo y esto, en el año 2010 se construyó la represa El Cercado, que al regular los caudales del Ranchería, disminuyó el hábitat acuático del río e impactó directamente al pez jetón.
El profesor Mojica se pregunta: “Por qué crearon una represa en un caudal tan pequeño y en una región desértica” Lo cierto es que la construcción de la represa fragmentó las poblaciones de la especie e interrumpió sus desplazamientos a lo largo del río.
Los peces que quedan aguas arriba se desconectan de los otros; se convierten en poblaciones diferentes y no se pueden recombinar genéticamente.
Por lo pronto, no se conocen medidas de conservación y por ser una especie emblemática del país, se requieren medidas urgentes de defensa y manejo. Se considera prioritario iniciar estudios sobre su biología y ecología, pero además extender la protección a los ecosistemas que habita.