Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, considera que la pandemia se constituye en la oportunidad para construir una economía que impulse el crecimiento verde.
“Cualquier impacto ambiental positivo después de esta pandemia debe comenzar por el cambio en nuestros hábitos de producción y consumo”, recomienda la directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen, para quien los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero son solo temporales, porque se derivan de una aguda desaceleración económica y un trágico sufrimiento humano.
Sobre la reducción de emisiones gracias a la cuarentena decretada en diversas ciudades del planeta, la vocera ambiental de Naciones Unidas recordó que el Instituto Scripps de Oceanografía considera que el uso de combustibles fósiles tendría que disminuir aproximadamente 10 % en todo el mundo, y mantenerse así durante un año, para que su efecto positivo se refleje claramente en los niveles de dióxido de carbono.
Cualquier impacto ambiental positivo después de esta aborrecible pandemia debe comenzar por el cambio en nuestros hábitos de producción y consumo hacia modelos más limpios y sostenibles, sentenció, al explicar que solo las transformaciones sistémicas a largo plazo cambiarán la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera.
Desde su punto de vista, en el período poscrisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real de satisfacer esa demanda con planes sostenibles de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes, transporte público limpio, entre otros.
Invasores de ecosistemas
Con respecto al COVID-19, parte del desafío que tenemos por delante es comprender el origen de este tipo de enfermedades, porque la salud de nuestro planeta juega un papel importante en la propagación de enfermedades zoonóticas, es decir, aquellas que se originan a partir de patógenos transmitidos de animales a humanos, destaca la directora del PNUMA.
A medida que invadimos los frágiles ecosistemas del planeta, los seres humanos entran en mayor contacto con la vida silvestre. Además, el comercio ilegal de vida silvestre y los mercados húmedos ilegales son causas frecuentes de tales enfermedades. Alrededor de 75% de las nuevas enfermedades infecciosas son zoonóticas y, de hecho, alrededor de mil millones de contagios y millones de muertes ocurren cada año a causa de este tipo de afecciones.
En la actualidad, según el PNUMA, la actividad humana ha alterado casi 75% de la superficie terrestre y ha sitiado a la vida silvestre y la naturaleza en un rincón cada vez más pequeño del planeta. En ese sentido, la directora de esta organización enfatiza en que “la naturaleza es crucial para nuestra propia supervivencia: proporciona nuestro oxígeno, regula nuestros patrones climáticos, poliniza nuestros cultivos, produce nuestros alimentos y fibras, pero está bajo un estrés creciente”.
A medida que continuamos con nuestro implacable tránsito hacia las áreas naturales, aumenta el contacto entre los humanos y las especies portadoras de infecciones, ya sea como resultado de la urbanización, la pérdida y la fragmentación de hábitats o los mercados de animales vivos, todo lo cual aumenta la probabilidad de interacción entre estos vectores y los humanos. Según el IPBES, 100 millones de hectáreas fueron transformadas para la expansión agrícola en los trópicos entre los años 1980 y 2000, un tamaño aproximadamente igual al de los territorios de Francia y Alemania combinados.
Lo silvestre debe seguir siendo silvestre. Es hora de restaurar nuestros bosques, detener la deforestación, invertir en la gestión de las áreas protegidas e impulsar mercados para los productos sostenibles. Donde exista la cadena legal de comercio de vida silvestre, necesitamos hacer un trabajo mucho mejor para elevar las condiciones de higiene. Y, por supuesto, urge abordar el tráfico ilegal de vida silvestre, el cuarto delito más cometido en todo el mundo.
Economía verde
Entre mejor se gestione la naturaleza, mejor se estará gestionando la salud humana, advierte la señora Andersen, quien por tal razón considera tan importante el marco mundial de la diversidad biológica post-2020, que se espera que los países de todo el mundo aprueben este año.
“Un pilar importante en nuestro plan de recuperación post-COVID debe ser llegar a un marco ambicioso, medible e inclusivo, porque mantener la naturaleza rica, diversa y floreciente es una parte fundamental del sistema que sustenta nuestra vida”.
Al respecto, considera que este pilar es aún más importante si se tiene en cuenta que entre el 25% y el 50% de los productos farmacéuticos se derivan de los recursos genéticos.
Desde su punto de vista, a medida que los motores del crecimiento comienzan a acelerarse nuevamente, se debe tener muy en cuenta cómo el manejo prudente de la naturaleza puede ser parte de esta economía diferente que debe surgir.
Se trata de una economía en que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del planeta son una y la misma cosa, y ambas pueden prosperar en igual medida, concluye la vocera del PNUMA.