Las cerca de 200.000 abejas que habitaban las tres colmenas instaladas en la sacristía de la emblemática catedral que se incendió antes de la Semana Santa católica, sobrevivieron al incendio y seguirán produciendo alrededor de 25 kilos de miel al año. (Fotos: Beeopic)
PARÍS.- Las colonias de abejas se hallaban en el tejado situado sobre la sacristía de la catedral de Notre Dame, cerca de la plaza Juan XXIII de París, sobrevivieron a las llamas que consumieron buena parte de la histórica edificación y que llegaron justo a escasos metros del lugar donde estaban las colmenas.
Según informaron diarios como El País de España y la página web EcoAvant, Notre Dame era el hogar de unas 150.000 abejas melíferas, unas 50.000 en cada una de las colmenas, según calculan los expertos para esta época del año, instalaciones colocadas allí en 2013 en el marco de un proyecto de apicultura urbana por la empresa especializada Beeopic.
Los panales fueron instalados en ese lugar por el apicultor Nicolas Géant, director de Beeopic, quien ha colocado panales de forma gratuita en numerosos tejados de edificios de la ciudad y de otras capitales europeas, en sedes de empresas o instituciones o de particulares con el fin de favorecer tanto la conservación de la especie como la biodiversidad que hace posible la labor polinizadora de estos insectos.
“En la ciudad, las temperaturas más cálidas, la diversidad de plantaciones, los métodos de cultivo sin fertilizantes y pesticidas, la proliferación de espacios verdes, las plantaciones en terrazas, los alféizares de las ventanas y los patios encantan a las abejas”, señala la página oficial de la catedral al referirse al proyecto de apicultura urbana al que contribuyó.
Las abejas, imprescindibles para mantener la supervivencia de la mayor parte de especies vegetales, y de las que dependería por tanto hasta la misma supervivencia humana, están desapareciendo de forma alarmante en todo el mundo.
Virus y otros patógenos, parásitos, ácaros, pesticidas, antibióticos, cultivos transgénicos, las técnicas de la apicultura industrial, pérdida de la biodiversidad, malnutrición, estrés e incluso el cambio climático o las radiaciones de los teléfonos móviles son algunas de las explicaciones que se barajan para explicar el llamado síndrome del colapso de las colonias (más conocido por sus siglas inglesas: CCD) que desde hace década y media viene mermando de forma significativa la población de los panales alrededor del mundo.
Hace un año, La Unión Europea prohibió el uso al aire libre en su territorio de tres de los insecticidas más dañinos para estas formas de vida, los llamados neonicotinoides, una medida que llevaban largo tiempo reclamando tanto los grupos ecologistas como los apicultores, alarmados por la brutal caída de las poblaciones de abejas de miel.
Desde finales del año pasado, y gracias a una ampliación de una prohibición parcial aprobada en 2013 (que regía solo para cultivos muy atrayentes para las abejas, como el girasol, la colza y el maíz), los pesticidas imidacloprid y clotianidina, producidos por la multinacional Bayer, y el tiametoxam de Syngenta, no pueden ser empleados en los campos de los 28 estados miembros (en el Reino Unido, por lo menos hasta que abandone la unión), aunque sí se podrán seguir aplicando en el interior de invernaderos permanentes, donde se supone que los insectos tienen menor posibilidad de acceso.