La tarántula anaranjada de México, el gecko de Durell, el mero de siete bandas, el órice beisa y el sapo de páramo, podrían desaparecer de la tierra este año. (Foto: Steve Garvie)
MADRID.-En 2018, dos nuevas especies, la tarántula anaranjada y del gecko de Durell, han entrado en la última actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), organización formada por instituciones públicas internacionales y de la sociedad civil que estudia la flora y la fauna mundial y su evolución.
Según esta organización, también se han reducido drásticamente las poblaciones del mero de siete bandas, el órice beisa y el sapo del páramo.
Por su imponente aspecto, su característico color y el miedo que suscitan, las tarántulas anaranjadas no pasaban desapercibidas en México e inclusoera común verlas en la región costera de la Sierra Madre del Sur en el sureste del estado de Michoacán, donde habitan.
Según la UICN, al tratarse de una especie dependiente de los bosques, la actividad humana (como la urbanización y la agricultura) podría ser la causa principal de su desaparición.
Asimismo, la organización también sugiere que algunas subpoblaciones de esta especie, que entró en la Lista Roja en la categoría “en peligro”, habrían sido devastadas por los huracanes.
Según la Lista Roja, “en los últimos ocho años, la pesca excesiva ha provocado que las poblaciones del mero de siete bandas disminuyan en más del 69% en Nueva Gales del Sur y en el 80% en Queensland, con implicaciones financieras para los pescadores y los mercados de exportación locales y nacionales”.
Por ello, este tipo de mero ha pasado de la categoría “preocupación menor” a la de “casi amenazado”.
En Isla Redonda, en Mauricio, se encuentran los últimos ejemplares del gecko de Durell, una especie de lagarto que ha entrado este 2018 en la Lista Roja en la categoría “vulnerable”.
Esta especie, cuya población venía disminuyendo, logró recuperarse desde la década de los ochenta, gracias a medidas de conservación para erradicar varias especies invasoras y restaurar el hábitat, entre otras.
El número de ejemplares del antílope beisa, que vive entre los matorrales y pastizales semiáridos y áridos del nordeste del continente, también se ha reducido abismalmente. Si a mediados de la década de los 90 existían unos 26.000 ejemplares, las investigaciones más recientes cifran su población en unos 12.000 individuos.
Por este motivo, han pasado de la categoría “casi amenazada” a la de “en peligro” en 2018, debido a la sobreexplotación, la invasión de su hábitat por asentamientos humanos y por el ganado, y el comercio de su carne, su piel y sus cuernos.
La última vez que se observó al sapo del páramo, original de Perú, fue en 2005. Los expertos señalan que incluso podría haberse extinguido, por eso el anfibio ha pasado de la categoría “preocupación menor”, en la que fue incluido en 2004, a la de “en peligro crítico”.
Su desaparición podría estar vinculada a la destrucción de su hábitat y la contaminación del agua dulce por las actividades mineras, la expansión agrícola y las plantaciones de pinos, aunque no se descartan otras amenazas como las relacionadas con el cambio climático, señala el portal español del Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC)