BERLÍN, Alemania (IPS).- La biodiversidad, ya en rápido declive como consecuencia del cambio climático y de la agricultura intensiva, padece también la amenaza de la modificación genética de semillas, señaló el ecologista alemán Benedikt Haerlin.
Ésta es peligrosa, "dado que está al inicio de la cadena agrícola y puede propagarse por toda ella", dijo Haerlin, ex director de campaña de la organización ambiental Greenpeace y ex miembro del Parlamento Europeo.
Actualmente Haerlin lidera la campaña global "Salvemos nuestras semillas", en cooperación con unas 300 entidades ambientalistas de toda Europa.
La campaña llama la atención sobre los planes de la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), de tolerar una contaminación "accidental o técnicamente inevitable" de las semillas convencionales con variedades transgénicas.
En septiembre de 2004, la Comisión Europea buscó la aprobación de una directiva que permitiera hasta 0,7 por ciento de organismos genéticamente modificados en las semillas de maíz y canola sin etiquetar.
Pero feroces protestas de agricultores orgánicos y entidades ambientalistas obligaron a la Comisión a retirar la propuesta. Desde entonces, el órgano de la UE no ha presentado ninguna recomendación nueva.
Algunos comisarios, como Stavros Dimas, que entre 2004 y 2009 estuvo a cargo del ambiente, incluso cuestionaron que fueran necesarios los topes. Aunque el mandato de la actual Comisión terminó en octubre, Dimas todavía se desempeña como comisario ambiental hasta que se aprueben nuevas autoridades.
"Sin embargo, la posición oficial de la Comisión Europea es que se está trabajando en una nueva propuesta para la especificación de valores de tope para la contaminación genética de las semillas", dijo Haerlin a IPS.
Según él, decir que esa contaminación con transgénicos es "accidental o técnicamente inevitable" es engañoso. "Para forraje o incluso para alimentos, que la contaminación genética inferior a 0,9 por ciento no esté declarada puede ser aceptable. Por lo menos, puedo estar seguro de que esa contaminación no se extenderá a otras áreas de la vida", explicó Haerlin.
No ocurre lo mismo en el caso de las semillas, dijo. "Las semillas transgénicas pueden contaminar los cultivos de campesinos y granjeros que se oponen a ellas. Luego de la contaminación, se verán obligados a demostrar el origen de la contaminación", señaló.
"Los agricultores que usan lo que creen son semillas orgánicas, pero que han sido genéticamente contaminadas, continuarán usando parte del cultivo contaminado como semillas para la siguiente temporada, y multiplicarán y propagarán la contaminación", sostuvo.
"El impacto más importante de la agricultura transgénica radica en las condiciones sociales y económicas de los cultivadores", dijo Haerlin a IPS.
"En general, la agricultura de transgénicos vuelve a los cultivadores dependientes del gran negocio agroquímico, y también provoca conflictos entre campesinos y propietarios de la tierra", agregó.
Haerlin acusó a los gigantes agroquímicos que controlan el mercado de semillas transgénicas de usar "las puertas traseras y la mala legislación para colocar sus semillas en el mercado. Saben que de otro modo no venderían sus semillas".
También advirtió que la investigación y el desarrollo en la agricultura tiene lugar "cada vez más sólo en los laboratorios químicos, y no en el campo, y se concentran en apenas un puñado de empresas".
Por esta causa, las semillas orgánicas tradicionales están desapareciendo, sostuvo.
"Las consecuencias ambientales son enormes y extremadamente peligrosas, y una vez que ocurren es demasiado tarde para revertir la marea", dijo Haerlin.
Según expertos en ambiente y agricultura, hace 25 años había por lo menos 7.000 productores de semillas en todo el mundo, y ninguno de ellos controlaba más de uno por ciento del mercado global.
Actualmente, luego de una serie de adquisiciones, 10 importantes multinacionales de la bioquímica, entre ellas Monsanto, DuPont-Pioneer, Syngenta, Bayer Cropscience, BASF y Dow AgroSciences, controlan más de 50 por ciento del mercado de las semillas.
"El objetivo de estas compañías es, por supuesto, hacer ganancias", dijo Haerlin a IPS.
"A fin de mejorar sus ganancias, todas ellas aplican una estrategia para incrementar su control del mercado: imponen a los agricultores de todo el mundo la llamada integración vertical de insumos, desde semillas hasta fertilizantes y pesticidas, todos de una misma marca", explicó.
Esa "integración vertical de insumos" ha transformado a al agricultura de los países en desarrollo en un negocio de dos clases, dijo a IPS Angelika Hillbeck, investigadora en materia de bioseguridad y agricultura en el Instituto Federal Suizo de Tecnología, en Zurich.
"En los países en desarrollo hay una clase de agricultores con grandes plantaciones y suficiente dinero que pueden darse el lujo de comprar todos los insumos de las principales empresas bioquímicas, desde semillas y fertilizantes hasta pesticidas y conservantes", planteó.
Pero también están los pequeños agricultores, que no pueden acceder económicamente a los mercados bioquímicos. Además, las semillas transgénicas han desplazado a las orgánicas, reducido la diversidad botánica, especialmente en los países pobres, y contribuido a una mayor devastación de la biodiversidad en general.
Todos los países miembro de la UE se han integrado a la campaña de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para declarar a 2010 \__comillaÁn__o Internacional de la Diversidad Biológica", en un esfuerzo por enfatizar la necesidad de proteger la variedad de flora y fauna.
La ONU reconoció que el objetivo fijado en 2003 de frenar la destrucción de biodiversidad para 2010 no se alcanzará.
El compromiso europeo a favor de la biodiversidad parece ser apenas una falsa alabanza a la causa ambiental, dado que, en realidad, las instituciones europeas apoyan a las multinacionales que buscan legalizar la contaminación genética.
Además, las instituciones europeas parecen tener puertas giratorias que conectan a algunos de sus principales funcionarios con empresas privadas dedicadas a la bioquímica y los agronegocios, como muestra el caso de Suzy Renckens.
Hasta 2008, Renckens fue directora de la unidad de transgénicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) y coordinadora del panel de científicos europeos que estudian este tema.
Un mes después de renunciar a la EFSA, Renckens asumió la dirección de los asuntos regulatorios de biotecnología para Europa, África y Medio Oriente en Syngenta, una de las principales compañías europeas de agronegocios.
Según sus propias palabras, Renckens ahora ejerce presión en nombre de Syngenta para influir en la toma de decisiones de la UE en materia de transgénicos. Es exactamente el mismo tema de cuya regulación era responsable cuando estaba en la EFSA.
Haerlin dijo que la campaña "Salvemos nuestras semillas", coordinada por la Foundation on Future Farming, con sede en Berlín, elevó una petición a la Comisión Europea y otras autoridades europeas exigiendo una prohibición de las semillas transgénicas. Hasta ahora la firmaron más de 200.000 ciudadanos de la UE.
El texto enfatiza la protección del ambiente y la salud humana y señala que "la pureza de las semillas tiene que ser garantizada por quienes producen o desean cultivar organismos genéticamente modificados, y no por quienes continúan cultivando y consumiendo productos sin" ellos.
Los costos derivados de esta obligación deberán ser pagados por quienes producen los transgénicos, agrega.