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BUENOS AIRES, marzo 12 (Conexión COP).- Para evitar que los Gases de Efecto Invernadero (GEI) sigan incrementándose – y prevenir desastres – se espera que los países ratifiquen el Acuerdo de París,, y empiecen a cambiar los combustibles fósiles por la energía renovable, un camino que permitirá preservar la vida en el planeta.

Una de las vías poco usadas para la producción de energía a través de una fuente renovable es la conversión adecuada de la biomasa, entendida según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) como la producción de energía a partir de materiales no fósiles de origen biológico, tales como los desechos agrícolas y forestales, los residuos orgánicos municipales así como el estiércol.

Si la biomasa pasa por un proceso adecuado con tecnología avanzada, puede generar diversas formas de energía renovable. Ejemplos del uso de la biomasa es la conversión de los restos de la “palma africana” en aceite, y los residuos de caña de azúcar en etanol, productos que pueden ser usados como combustible de transporte. La biomasa también puede producir electricidad, gas y energía térmica.

Biomasa tradicional o renovable

En Latinoamérica, la biomasa se usa generalmente de manera tradicional para la generación de energía primaria. En muchas zonas rurales de la región la mayor cantidad de energía proviene de la biomasa, pero no como una fuente renovable.

Un ejemplo claro de una práctica no sostenible en países pobres es el uso de la leña, procedente de los residuos de la deforestación, para cocinar – generalmente por medio de fogones o fuegos abiertos – generando efectos nocivos en la salud, dado que los niños y mujeres son quienes generalmente absorben el humo propio de los restos de madera.

Víctor Hugo Ventura, Jefe de la Unidad de Energía y Recursos Naturales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) explicó durante el seminario virtual Oportunidades y desafíos para el aprovechamiento sostenible del potencial energético de la bioma en LAC, que la biomasa tradicional tiene una mayor contribución en la energía primaria en América Latina y el Caribe y en África (13% y 27% respectivamente). En ambas regiones, la leña representa la mayor parte la biomasa utilizada.

“Al tener Latinoamérica gran cantidad de energía renovable, la biomasa no ha aparecido como un factor fundamental para su explotación, a excepción del caso de Brasil donde hay una dotación de biocombustible muy fuerte. En las demás subregiones la biomasa participa menos, a no ser como uso de energías tradicionales”, explicó Ventura.

Ante la realidad del uso tradicional de la biomasa, la pregunta es: ¿Cómo revertir esa realidad y lograr que la biomasa se convierta en una importante fuente de energía renovable en la región? Una de las primeras respuestas es usar tecnologías modernas que harán posible un uso eficiente, que permitan reducir la contaminación local y generar energía de manera sostenible. Además se requiere de un marco claro de políticas públicas e inversión.

En Nicaragua, por ejemplo, se llevó a cabo el proyecto Innovación en la cadena del suministro de leña como energía primaria, que permitió que los pobladores hicieran un uso sostenible de la leña a través un proceso de secado y acopio y de la implementación de cocinas ecológicas.

Según Agencia Internacional de Energía Renovable, IRENA, por sus siglas en inglés), la biomasa tiene un futuro prometedor dado que podría representar el 60% del uso de energía renovable total al 2030, con gran potencial en todos los sectores: alrededor del 30% de la biomasa global se utilizaría para producir electricidad y calefacción urbana; otro 30% en la producción de biocombustibles para el sector del transporte; el resto, en calor para la industria de manufacturas y en edificios.

Probiomasa en Argentina

Según Federico Moyano, consultor en estrategias bioenergéticas para el proyecto Probiomasa, las emisiones de GEI en Argentina crecieron en casi 70% entre 1990 y 2012, y el sector energético tuvo una participación muy importante, aumentando un 90% respecto a 1990. En el 2012, ese sector representó alrededor del 43% de las emisiones totales del país, y el mismo año el petróleo y gas natural representaron más del 85% de la oferta interna total de energía.

Ante esa realidad y con la intención de promover energía derivada de la biomasa, se crea el proyecto Probiomasa. La iniciativa es desarrollada por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca junto al Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, con la asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Federico Moyano explicó a Conexión COP que la iniciativa surge a partir de estudios desarrollados en los que se definieron el alto potencial de la biomasa como fuente de energía y los variados beneficios que su uso produce para el sector energético, agropecuario, y forestal, y para la sociedad en general.

“A pesar de todos estos beneficios se observó la existencia de diversas barreras y restricciones de orden institucional, legal, económico, técnico y sociocultural que eran necesario superar para incorporar a la bioenergía como un componente relevante en la matriz energética nacional”, sostuvo.

El proyecto busca beneficiar a actores del sector público y privado. Dentro del primer grupo se encuentran los Estados nacionales y provinciales de Argentina, donde se genera un fuerte impacto positivo a nivel de las comunidades locales, a través por ejemplo de la generación de empleo, dinamización de economías regionales e independencia energética local.

Respecto al sector privado, Probiomasa favorece al sector productivo mediante la seguridad energética, los servicios ambientales de la utilización de residuos y la generación de un nuevo negocio complementario a la actividad principal de las empresas.

Desde hace dos años se trabajan en los estudios preparatorios para conceptualizar el proyecto como una Acción de Mitigación Nacionalmente Apropiada (NAMA, por sus siglas en inglés). Los sectores de trabajo son el foresto-industrial y forestal (residuos de cosecha y de procesamiento de madera), azucarero industrial, cerealero industrial (arroz, girasol, maní), pecuario (tambos, feedlots, granjas porcinas y avícolas) y frutícola (olivo, cítrico, y vid), cuyos residuos generarán energía para autoabastecimiento, generación distribuida e interconexión eléctrica.

“El impacto del proyecto en la mitigación del cambio climático será muy relevante. El foco principal de estudio fue el diseño del mecanismo financiero que le permitirá a la NAMA utilizar el financiamiento climático internacional para apalancar financiamiento local.

Actualmente se trabaja en la definición de los detalles técnicos del mecanismo financiero. El objetivo final es presentar la NAMA ante el Fondo Verde del Clima para solicitar financiamiento para el proyecto”, finalizó Moyano.

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