Lapas, picures, puercos de monte, armadillos, iguanas, tortugas, loros, tucanes y ardillas, forman parte de la dieta de comunidades indígenas y rurales, ante la pobreza extrema y falta de otros medios de subsistencia. Instituto Humboldt recopiló información de varios documentos sobre el consumo de estas especies silvestres.
Partes de babillas, tortugas y lapas son exhibidas en carretillas en algunas de las más de 20 casetas con techos de lata de la plaza de mercado El Paujil, ubicada a lo largo de una calle polvorienta de la ciudad amazónica de Inírida, capital del departamento de Guainía.
Los dueños de los restaurantes situados al frente de la plaza figuran entre los principales clientes de la carne de monte, materia prima con la que preparan platos gastronómicos que hacen parte de la idiosincrasia de las comunidades indígenas.
La venta de carne de estos animales silvestres inicia en lo más profundo de la selva, donde los indígenas los cazan para luego transportarlos en canoas y embarcaciones de pequeño porte por las aguas negras y carmelitas de ríos como Guainía y Guaviare.
Las embarcaciones terminan su largo viaje en el muelle de Inírida, donde los indígenas urbanos y rurales negocian los precios de la fauna silvestre, que también incluye peces como mojarras, bagres, yamus, sierras, palometas, bocachicos, amarillos y cachamas.
A simple vista pareciera que este rústico lugar realiza una actividad ilegal, ya que la normatividad ambiental prohíbe la comercialización, tenencia y transporte de los ejemplares de la fauna silvestre. Pero no es así.
La plaza de El Paujil está ubicada dentro del resguardo indígena del mismo nombre, por lo cual es un territorio que se rige por la legislación especial y propia de los indígenas, que permite la caza de la fauna silvestre para su consumo y sustento.
El consumo de carne de monte no es exclusivo de las tierras del Guainía. Para muchas comunidades de las zonas más apartadas y remotas del territorio colombiano, la fauna silvestre es la única opción que tienen para sobrevivir, debido a la pobreza extrema y a la falta de otras alternativas.
Según Carlos A. Lasso, investigador del programa de Ciencias de la Biodiversidad del Instituto Humboldt, el hambre y las necesidades en ciertas regiones del país no les dan otra opción a sus pobladores que hacer uso de la fauna silvestre.
“En el caso de los indígenas, el consumo de carne de animales silvestres hace parte de su historia y planes de vida, viene de sus ancestros e incluso forma parte de la cosmovisión. En otras comunidades, la carne de monte es en muchos casos, la única oferta que tienen para obtener algo de proteína, es decir que su cacería es un método de subsistencia. Este es un tema álgido que aún requiere de mucha investigación y articulación”.
Punto de partida
La cacería y pesca son las fuentes más frecuentes de proteína en las dietas de las comunidades rurales, una actividad que, a consideración de Lasso, no es mutuamente excluyente sino complementaria.
“La carne de monte es considerada un recurso determinante de las condiciones de seguridad alimentaria, la cual es obtenida tanto a través de la extracción directa como por medio de actividades comerciales”.
Sin embargo, Lasso indica que la métrica de la magnitud o el cálculo de las contribuciones de la carne de monte a las condiciones del bienestar, es aún bastante incipiente en el país, al igual que cifras robustas sobre los volúmenes de especies y el efecto que arroja el uso sobre poblaciones de fauna a diferentes escalas.
Ante los vacíos que hay en el país sobre el consumo ancestral de las especies de fauna en las zonas rurales, el Instituto Humboldt elaboró el documento “Carne de monte y seguridad alimentaria: bases técnicas para una gestión integral en Colombia”, que compila la información contenida en varios estudios y análisis sobre el tema.
A partir de la revisión y análisis de 53 estudios sobre uso de vertebrados silvestres, publicados entre 2001 y 2011 y su mayoría con datos en la región Andina, los investigadores estimaron cuáles son las especies más consumidas en las zonas rurales colombianas.
Según el análisis, liderado por Nancy Vargas Tovar, contratada por el Instituto Humboldt como consultora para el estudio, 140 especies de la fauna silvestre son objeto de caza por las comunidades rurales. “Sin embargo, de 58 especies no se tiene información sobre el aporte de biomasa ni número de individuos cazados”.
El grupo de los mamíferos es el más consumido en la ruralidad colombiana (45 por ciento), seguido por las aves (23 por ciento), peces (19 por ciento), reptiles (11 por ciento), anfibios (1 por ciento) y crustáceos (1 por ciento).
Las especies más consumidas en términos de número de individuos son: Cuniculus paca (tinajo, borugo, lapa, guagua o conejo), Dasyprocta fuliginosa (picure, guatín, ñeque, chaqueto), Tayassu pecari (manao, puerco de monte, tatabro, cafuche), Dasypus novemcinctus (armadillo, guerre jerre, cachicamo), Iguana iguana (iguana), Ramphastos tucanus (tucán, paletón), Amazona farinosa (loro), Podocnemis expansa (tortuga charapa) y Sciurus granatensis (ardilla).
Las comunidades de la Amazonia y el Pacífico son las que más consumen estos animales silvestres (129 especies). “Esto está relacionado con la diversidad de presas que hay de manera natural en el medio ambiente y al grado de la biomasa de los animales. Por ejemplo, al haber pocas biomasas el cazador tarda en buscar la mayor variedad posible, como monos y pájaros en lugar de una danta”, dice Lasso.
Le siguen la región Andina (100 especies), Orinoquia (78 especies) y Caribe (25 especies). “Hay que precisar que la región Andina incluye gran parte del piedemonte amazónico y orinoquense, además del Magdalena-Chocó. Es decir que estas especies no son solo del altiplano a grandes alturas”, anota el investigador del Humboldt.
Siete especies concentran los mayores registros de captura para la región amazónica: Cuniculus paca (lapa), Dasyprocta fuliginosa (guara), Podocnemis expansa (tortuga charapa), Podocnemis unifilis (taricaya), Chelonoidis denticulata (motelo o morrocoy), Dasypus novemcinctus (armadillo) y Tayassu pecari (puerco de monte).
La mayoría de las especies (75,1 por ciento) no está bajo alguna categoría de amenaza. Sin embargo, el análisis evidenció que 5,4 por ciento está en peligro crítico, 1,8 por ciento en peligro y 9,9 por ciento bajo la categoría de vulnerable.
Tan solo cuatro estudios informaron sobre el consumo diario de carne de monte en Colombia, en especial mamíferos, aves y reptiles, el cual oscila entre los 0,08 y 0,73 kilogramos. Pero estas cifras cambian drásticamente en las poblaciones indígenas de la Amazonia, Orinoquia y Pacífico, que arrojaron valores entre los 15,4 y 78,7 gramos día por persona.
Mucho camino por recorrer
La carne de monte es un buen ejemplo de la relación existente entre biodiversidad, servicios ecosistémicos y bienestar humano. “Es un servicio de abastecimiento que se relaciona con la oferta de alimentos sanos y de alto valor proteínico, que además provee subproductos utilizados en prácticas medicinales y hace parte de las prácticas culturales y simbólicas”, dice el estudio.
Sin embargo, el tema aún no ha sido abordado a profundidad en Colombia. Aunque organizaciones como la Fundación Tropenbos, Fundación Natura e Instituto Sinchi han trabajado en esta materia, los estudios orientados a entender la relación entre las prácticas de caza y la seguridad alimentaria son muy escasos.
“La mayoría de estudios se restringen a presentar información sobre la captura de especies y descripciones de prácticas de uso en diferentes contextos geográficos y culturales. Este trabajo se reduce a diagnósticos de corto plazo que intentan caracterizar la caza con enfoques biológicos y está enfocado en sugerir propuestas de manejo para reducir la presión que pueda existir sobre la fauna silvestre por la cacería”, afirman los autores del estudio.
El desarrollo de estudios orientados a evaluar la sostenibilidad de la cacería en todas sus dimensiones y no solo a partir de la biológica, es bastante pobre. “El uso de carne de monte es una actividad que no ha sido suficientemente documentada ni analizada en el país, y no existe una línea de investigación que oriente conceptual ni metodológicamente el desarrollo de estudios”.
Por ejemplo, algunos de los trabajos sobre el uso de fauna silvestre se han construido a partir de las experiencias propias de los investigadores y coinciden en la necesidad de reconocer el saber y conocimiento tradicional, de generar espacios de participación en igualdad de condiciones y desarrollar procesos no acelerados.
Las acciones alrededor de temas de seguridad alimentaria y carne de monte han sido abordadas de manera parcial, sectorial y desarticulada. “El enfoque con el que se aborde un proceso de investigación debe ser sistémico, un punto de partida para entender mejor la relación entre biodiversidad y seguridad alimentaria”.
En conclusión, la carne de monte y sus contribuciones a la alimentación de las comunidades son un valioso campo de estudio que todavía está en construcción.
“Nos hace falta enriquecer los procesos de investigación enfocados en el entendimiento y monitoreo de las relaciones entre los animales silvestres y el bienestar humano, pero desde perspectivas amplias y de largo plazo que consideren el valor integral de la fauna como un servicio ecosistémico cultural y de aprovisionamiento. La articulación de instrumentos legales y normativos también es una prioridad para la gestión”.
Según Lasso, uno de los principales ejercicios para comprender la estrecha relación que hay entre la carne de monte y la alimentación de las comunidades fue un taller regional realizado en 2012 por el Instituto Humboldt, la Universidad Nacional y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) en la ciudad de Inírida.
“Por primera vez, nos sentamos a debatir con las comunidades de la Amazonia y Orinoquia colombo-venezolana sobre la búsqueda de alternativas de uso para la fauna silvestre en sus territorios, encuentro que contó con la participación de 64 personas locales y representantes de entidades”.
Las comunidades concluyeron que es necesario generar información básica que permita conocer la historia natural de la fauna silvestre y comprender las dinámicas socioeconómicas y culturales de las comunidades.
“Aseguraron que es fundamental generar información que permita aportar datos para la generación de políticas relacionadas con el manejo y conservación, seguridad alimentaria, aspectos sanitarios y fortalecer los procesos de gobernanza local. También concluyeron que es necesario reconocer la importancia del conocimiento tradicional en el desarrollo de investigaciones tanto de la historia natural de las especies como de los aspectos socioculturales asociados a la carne de monte”.
A su vez, resaltaron la necesidad de considerar el conocimiento tradicional para identificar las causas y consecuencias del uso de carne de monte. “Necesitamos alianzas prácticas que rápidamente permitan construir unas bases de conocimiento de mejor calidad y que incorporen en la gestión el conocimiento de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos de Colombia y Venezuela”.
Caza y pesca de subsistencia, prioridad este año
Carlos A. Lasso, investigador del Instituto Humboldt, anunció que este año serán revelados los principales resultados de una investigación sobre la caza y pesca de subsistencia en el norte de Sudamérica, en territorios de Colombia, Venezuela y Guyana.
“Esta investigación, que será relevada en un libro elaborado por varios investigadores, parte de la carencia de información y datos publicados o disponibles existentes, sobre el aprovechamiento de la carne de monte y los aportes a la alimentación de las comunidades de la región”.
Dicha publicación contará con estudios de casos puntuales y una síntesis y análisis de casos previos, para ver el aporte que realmente tienen las comunidades en cuanto a la pesca de subsistencia y la caza de fauna silvestre, “que para mí es una actividad que no es mutuamente excluyente sino que se realiza de manera complementaria de acuerdo a factores como el clima, las subiendas o migraciones de los peces, la precipitación y los recursos disponibles durante diferentes épocas del año ”, menciona Lasso.
Los expertos ahondarán sobre el estado de la pesca y caza de subsistencia en las cuencas colombianas del Amazonas, Orinoco, Magdalena, Caribe y Pacífico en Colombia; las venezolanas del Orinoco-Golfo de Paria, Maracaibo, Cuyuní (Esequibo), Amazonas (Río Negro), Lago de Valencia y Caribe; y en la Guyana en varias regiones selváticas.
La publicación estará distribuida en 27 capítulos y una parte que concentrará las principales síntesis y recomendaciones. “Abordaremos temáticas relacionadas con la caza y pesca de subsistencia adelantada por indígenas, afrodescendientes y campesinos en los tres países, además de los acuerdos de uso y aprovechamiento de ciertas especies”, apunta Lasso.
Tropenbos Colombia, Fundación Panthera Colombia, Fundación Omacha, Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico-CDA, Universidad Nacional, Instituto Sinchi, Sociedad Zoológica de Frankfurt y Parques Nacionales Naturales, son algunas de las entidades y organizaciones colombianas que harán parte de esta investigación.
Venezuela estará representada por el Instituto Caribe de Antropología y Sociología y el Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, Universidad Central de Venezuela y varios investigadores independientes.