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Revista Ecoguía. Noticias Ambientales y Ecológicas

Desconocer que actividades como el fracking y la megaminería mecanizada pueden, en un segundo geológico, devolvernos a entornos con condiciones ecológicas y físicas dramáticas constituiría un “negacionismo interesado”. Dos profesores de la Universidad Nacional de Colombia reaccionaron ante una reciente columna de opinión de la directora del Instituto de Investigaciones Alexander von Humboldt * . (Por J. Orlando Rangel-Ch y Favio A. González)

 


Muchos de los campos de la ciencia se basan en el empirismo del pasado y su poder explicativo para preguntas del presente, por lo cual el “viaje al pasado” es fundamental para rescatar evidencias que sustenten los nuevos argumentos.


La geología y la paleoecología de Colombia, como las de cualquier otra área del planeta, han registrado efectos catastróficos (naturales) y aunque conocemos las consecuencias al igual que la alta capacidad de recuperación de nuestro ambiente, es necesario dejar en claro que las intervenciones antrópicas como el fracking y la megaminería mecanizada pueden generar efectos de magnitudes ecológicas aún desconocidas en escalas de tiempo excesivamente aceleradas.

Por lo tanto, un tensionante nuevo, no natural, originado por la actividad del hombre, puede, en un segundo geológico, devolvernos a entornos con condiciones ecológicas y físicas dramáticas. Este escenario es ya tan evidente que desconocerlo constituiría un “negacionismo interesado”.
A la biología, particularmente a la ecología, se le critica su reducido nivel de predicción, en contraposición, a lo que sucede con la ingeniería y otras disciplinas basadas arropadas en el concierto de las “ciencias exactas”.

No obstante, hechos recientes en nuestro país muestran un panorama diferente; anticipamos que la sequía en los Llanos orientales (Orinoquía) iba a incrementarse y la mortandad de chigüiros se repetiría, que aislar un manglar con una carretera sin recambio de aguas dulces acabaría con los ecosistemas que alberga, que el efecto del glifosato no sería selectivo solamente para cultivos ilícitos, etc. etc.

En el caso del fracking, la abundante literatura corrobora sus efectos negativos; por tanto, planear una investigación que documente los efectos de un proceso nuevo sobre un ambiente natural de Colombia, en ningún momento puede tildarse de “hacer investigación con los resultados escritos de antemano”.

En los últimos años, después de la creación del Ministerio de Ambiente en Colombia, personalidades de las ciencias naturales han recomendado que se implemente el principio de precaución ante la inminencia de intervenciones calificadas como altamente riesgosas para la permanencia de las condiciones originales en la biodiversidad; esto es, no autorizar los inicios de actividades cuyos efectos transformadores no se pueden dimensionar o superan las ventajas inmediatistas de procesos como el fracking.

Pero no se requiere una investigación pormenorizada en nuestro medio para corroborar que el metano y otros contaminantes generados serían los mismos aquí o en la Formación Marcellus, o es que el metano de países en vías de desarrollo es menos contaminante, o que nuestra agua subterránea es más resistente a la contaminación, o que nuestra biodiversidad se recupera mucho más rápido que la de Nueva Inglaterra.

En el caso que nos ocupa, se trata de generar y dar a conocer de manera imparcial y objetiva el conocimiento básico que nos permita argumentar de manera firme sobre la inconveniencia de la autorización de la acción transformadora (fracking) y con ello superar la incertidumbre que nos invade.
Igualmente desafortunada es la calificación que hace la columnista al escribir “hacer ciencia para probar que una empresa, una institución o una comunidad hacen mal las cosas ya rondan la difamación encubierta”.

¿Qué es “hacer mal las cosas”? ¿Pretende la columnista entonces que las decisiones que se toman a nivel central del gobierno con base en la asesoría y respaldo de las instituciones propias o de consulta tengan un carácter dogmático? ¿Quién y dónde en la historia de la ciencia escribió o comentó que los científicos escriben sobre piedra?

Por supuesto que hay una equivocación profunda al asumir como infalibles las conclusiones individuales, institucionales o de cualquier nivel sobre aspectos de la biodiversidad y del ambiente. Citamos como ejemplo la decisión reciente de la Corte Constitucional al cuestionar el proceso de delimitación-declaratoria de área protegida al páramo - macizo de Santurbán.

A nivel individual no hay discusión y cada quien es dueño de sus opiniones y responsable de sus actos. Sin embargo, invitamos a la columnista a que nos ilumine frente a la necesidad de construir “buenas hipótesis” (sea lo que sea que esto signifique), a que nos ilustre cuáles hipótesis biológicas rigurosas fueron empleadas, por ejemplo, para delimitar Santurbán y otros páramos en Colombia, a que, al fin, nos exponga, desde su zona de confort (el Instituto Humboldt) los avances que esa institución ha logrado en la generación de conocimiento sobre la diversidad y la conservación de la biota colombiana. O la metodología para “evaluar el nivel de inocuidad” de una intervención de la ingeniería.

Francamente, no se reconocen en la columna que nos ocupa elementos que definan la ciencia. Desde el título, la columnista muestra el Reductio ad absurdum al considerar que la ciencia se puede “prefabricar”, como si fuese el resultado de un proceso industrial, o como si la ciencia estuviese hecha para demostrar lo bueno, lo inocuo, lo deseado, lo utópico, lo idílico. No, los resultados de la ciencia buscan evidenciar un proceso, y deben mantenerse imparciales e inmunes a cualquier juicio de valores políticos, sociales o económicos.

La columna en referencia, titulada “Ciencia Prefabricada”, fue publicada el 22 de febrero en la revista Semana.

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