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BOGOTÁ.- Los ataques de perros a humanos y el debate sobre el maltrato animal son ejemplos del carácter político que los animales de compañía han adquirido en la sociedad colombiana.

En su tesis “La relación humano-animal de compañía como un fenómeno sociocultural. Perspectivas para la salud pública”, la aspirante a doctora en Salud Pública, Myriam Acero Aguilar, de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), planteó el cambio que ha tenido la representación de los animales de compañía a lo largo de la historia y los debates actuales frente a su tenencia en Bogotá.

En la capital, y en general en Colombia, la “mascota” viene ligada al proceso de urbanización. En las ciudades, y seguramente influenciadas por la tendencia europea, las funciones útiles de estos animales como guardianes o cazadores fueron no solo valoradas sino que poco a poco se transformaron en un vínculo afectivo mucho más estrecho. En este sentido, lentamente estos animales han ido ocupando un lugar más importante en los hogares de los bogotanos, al punto de convertirse en un integrante más de la familia.

Según le explicó la investigadora a la agencia de noticias de la U.N, fue en Inglaterra a mediados del siglo XIX cuando la tenencia de “mascotas” (perro y gato) surgió como la conocemos hoy en día, por placer y compañía unida a una serie de prácticas de cuidado.

Para que esto ocurriera, perros y gatos tuvieron que sobrepasar muchos momentos en su accidentada historia con los humanos. Entre dioses y demonios, estas especies han transitado en la cultura occidental. Había que superar el oscurantismo de la Edad Media europea y las prohibiciones de tenencia de estos animales por parte de la Iglesia católica –por considerar esta práctica como trasgresora de la frontera humano animal y diabólica– para que perros y gatos fueran aceptados como parte de las sociedades humanas, práctica que se dio inicialmente entre la aristocracia victoriana como símbolo de distinción y de estatus.

Humanización poco adecuada

Lo que más se visualiza en la relación contemporánea con los animales es el vínculo afectivo. A propósito, la investigadora resalta que esta condición aunque muy importante y positiva, puede ser problemática por la tendencia a la humanización de los animales. “Por ejemplo hay casos en los que se les da alimentos como helados o dulces pensando que merecen disfrutar de los mismos gustos humanos llevándolos a problemas de sobrealimentación”.

Sin embargo, asegura, que es diferente antromofizar a humanizar. “Está bien que se les hable, porque esa es la forma que usamos los humanos para expresar sentimientos y establecer un vínculo afectivo, pero no por eso debemos vestirlos o darles alimentos que no son de su tipo. [...] La humanización también puede llevar a problemas de conducta a los animales por apego exagerado a los humanos y a sufrimiento de las personas”.

Otro caso que expone la doctora es el de los costosos tratamientos a los que se deben someter algunos animales de compañía cuando se enferman, y hasta qué punto las familias pueden asumir ese gasto. “Es muy complicado por falta de recursos tener que hacerle eutanasia a un miembro de la familia”. De modo que demuestra una vez más toda la complejidad que hay en esta relación, y el carácter social y político.

Además, hace una fuerte crítica a la industria para mascotas por utilizar los animales como mercancía en una sociedad cada vez más consumista como la nuestra, y esto lo presenta como una tendencia global. “La sola venta de alimentos concentrados para mascotas es un negocio que en el 2015 alcanzó una ganancia de 24 billones de dólares en los Estados Unidos, país con la mayor población de perros y de gatos en el mundo”.

“En Bogotá esta tendencia se puede ver en la transformación de las ferias de animales; antes Agroexpo dejaba un estand para ‘mascotas’, después un pabellón, ahora tenemos una feria completa para este fin

como los es Expopet, lo cual tiene consecuencias en el aumento de la población”.

Finalmente, resaltó la importancia del papel femenino en el cuidado de las mascotas en los hogares y en los refugios, la mayoría de los cuales son manejados por mujeres. Aunque en este último punto advierte que cada vez es más común ver hombres involucrados en prácticas como el paseo de los animales.

Frente a los debates de la humanización y la importancia de los derechos de los animales, esta investigación muestra que las “mascotas” han adquirido esta posición de seres políticos.

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