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Revista Ecoguía. Noticias Ambientales y Ecológicas

Bogotá D. C., 26 de febrero de 2016 (Agencia de Noticias UN) Un estudio llevado a cabo por Melissa Lis Gutiérrez, magíster en Ciencias Agrarias de la U.N., se encontró que el 42 % del territorio del páramo de Guerrero, en Cundinamarca, es utilizado para actividades agrícolas y pecuarias.

También, se evidenció que el suelo ha perdido la capacidad de retención de agua, por su degradación física, causada en gran parte por labranza inadecuada y el sobrepastoreo.

“Todo esto ha generado procesos de degradación química de suelos y contaminación de aguas por los fertilizantes y agroquímicos”, asegura la investigadora.

El trabajo de investigación advierte sobre el preocupante panorama que se tendría si se siguen expandiendo los cultivos agrícolas en este páramo, ubicado en la vereda San Antonio del municipio de Tausa, Cundinamarca. “Es de vital importancia, porque es el segundo en extensión después del de Sumapaz, pero a su vez ha sido el más intervenido”, anotó la investigadora.

Este ecosistema provee agua a la represa del Neusa, a varios acueductos veredales y municipales en Zipaquirá, Cogua, Tausa, además hace parte del sistema hídrico de Bogotá.

Hasta ahora, la información acerca del estado de los suelos del páramo es escasa, lo que ha dificultado la implementación de estrategias de manejo.

Para medir la calidad actual de los suelos y su capacidad de almacenar carbono, la investigadora llevó a cabo una medición en cada zona que

conforma el páramo, como cultivos de papa, terrenos destinados a pastura, vegetación propia del páramo y bosque de encenillo.

En la zona, según su estudio, es visible la degradación por la agricultura y las prácticas de manejo inadecuadas, que ponen en peligro la calidad del suelo por el aumento de la erosión.

En cada zona se realizó un muestreo, cada diez centímetros hasta un metro de profundidad, se recolectaron muestras en cilindros y en el laboratorio se determinó la densidad y capacidad de retención de carbono.

Se estima que desde 1950 comenzó la transformación de este páramo con la explotación de sus recursos naturales y el uso intensivo del suelo, lo cual desequilibró el ecosistema, los paisajes y las fuentes de agua.

La investigación también propone escenarios sobre cómo sería el futuro del páramo, si no se disminuye la afectación causada por el hombre.

“Si se retiran los cultivos de papa para mantener el terreno en descanso, en el año 2020, se favorecería el proceso de restauración del suelo y disminuiría el riesgo a erosión porque aumentaría la cubierta vegetal en la zona, dejando crecer un bosque denso”, explicó la magíster.

Si por el contrario los espacios actuales de pastura se convirtieran en cultivos agrícolas, se alteraría aún más la estructura del suelo y disminuiría la reserva de carbono orgánico. “Sumado a esto, la topografía del páramo hace que aumente la erosión, lo que alteraría su capacidad reguladora de agua y la calidad del suelo en este ecosistema”, puntualizó.

Por último, la investigadora planteó que para 2030 se podría recuperar gran parte de la vegetación de la zona, si las áreas afectadas por actividades agrícolas se convierten en áreas de conservación.

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