Alrededor de 40.000 ejemplares podrían haber sido envenenados en un arroyo que a su vez conecta con otras fuentes hídricas y bosques ocasionando un alto impacto en la biodiversidad y entre las comunidades que generan su sustento de la pesca artesanal.
LETICIA,- Indígenas de un resguardo del Amazonas denunciaron la muerte masiva de peces a lo largo de 5 kilómetros de la quebrada Takana, donde hallaron grandes cantidades de pescado flotando muertos, lo que llevó al gobernador de la comundiad a convocar a los líderes para desplazarse hasta elsector y emprender la búsqueda de los responsalbes.
Los peces y demás riqueza ictiológica, que a su vez está interconectada con otros ecosistemas, fueron envenenadas con barbasco, una planta que los indígenas solían utilizar en una técnica tradicional de pesca que adormece a los animales, lo que permite su recolección. No obstante, la comunidad indígena que hizo la denuncia puso de presente que esta práctica, que antes se hacía en áreas muy pequeñas, ha sido reemplazada por otras formas de pesca como anzuelos, redes, trampas, flechas y mallas. "Buscamos denunciar a quienes en la actualidad están pescando como venenos como barbasco y huaca", señalan.
Los indígenas del resguardo del Kilómetro 11 señalan que esa misma noche llamaron a la policía ambiental para que apoyara la búsqueda, que llegó en la mañana del viernes 21 de agosto, en compañía de Corpoamazonia. Y aunque ambas entidades hicieron la verificación ocular, finalmente les comunicaron que la competencia de estos hechos es de la Aunap, como autoridad que regula la pesca.
Al sentirse sin apoyo institucional contundente para adelantar esta investigación, las autoridades del citado resguardo acudieron a la Universidad Nacional de Colombia de la Sede Amazonia, para ser asesorados por los investigadores de la Institución que "valoran la vida del río y el caño tanto como nosotros", advirtieron.
El equipo académico de la Universidad, en cabeza del profesor Santiago Duque, evaluaron la situación e hicieron un llamado a las autoridades ambientales ante lo que calificaron como un ecocidio, dado que estudios realizados desde 1999 por la Institución, liderados por los profesores José Iván Mojica, del Instituto de Ciencias Naturales y de Santiago R. Duque en Leticia, con un equipo de investigadores, estudiantes de pregrado y postgrado, han determinado que la región de Leticia alberga más de 400 especies de peces en unos 40 km2.
En ese sentido, el docente recuerda que un reciente estudio de Angélica M. Torres-Bejarano, candidata a doctorado de la UNAL Sede Amazonia, comprueba que los arroyos y los bosques están altamente conectados, pues algunas especies acuáticas alimentan a animales del bosque y viceversa, en una intrincada red trófica (de alimento).
Por ello, el impacto ocasionado al Takana genera profundas consecuencias en los arroyos, en los bosques circundantes y, sin duda, en los mismos pobladores de la región que viven allí y aprovechan los valiosos recursos de la naturaleza amazónica para subsistencia.
Al respecto, el profesor Mojica comenta que los arroyos selváticos tienen gran relevancia en el mantenimiento de la diversidad, pues se considera que aproximadamente la mitad de las 2.500 especies de peces que habitan en la cuenca amazónica se encuentran en estos ecosistemas.
Así, la mitad de los peces de Leticia viven en los pequeños arroyos selváticos como el Takana, cuya riqueza igualaría a todos los peces de agua dulce del continente Australiano.
“No sabemos a ciencia cierta el tiempo que puede demorar en restaurarse otra vez todo el ecosistema, pero se supone que sea de años”, comentan los profesores Mojica y Duque.
Varias de estas especies menores viven toda su vida en un tramo no mayor de 200 metros y sus densidades pueden llegar a unos 40.000 ejemplares de las “especies miniaturas” en una hectárea lineal de arroyo, comenta, por su parte, el profesor Mojica. Por tanto, el efecto de los posibles 5 km arrasados podría equivaler a 250 mil peces, la mayoría de los cuales no se utilizan para consumo.
El equipo académico considera que por tratarse de una actividad de pesca es competencia de la Autoridad Nacional de Pesca y Acuicultura (AUNAP), tal como lo señalan las autoridades indígenas.
Y como el barbasco también es un tóxico contra los insectos, camarones y cangrejos acuáticos que allí viven y que, en parte, son alimento de los peces, este daño presupone que Corpoamazonia, como entidad protectora de los recursos naturales, también debería actuar (Ley 99 de 1993 artículo 31 y Decreto 3570 de 2011 de modificación de objetivos y estructura del MADS).
Los docentes e investigadores consideran que el Estado, desde sus diferentes entidades y cada una con sus particulares competencias, debe garantizar la conservación de los recursos naturales que soportan la vida, incluida la humana.