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El anuncio de este país asiático de retirarse de un acuerdo internacional y reanudar la caza comercial de ballenas, alborotó la protesta de las organizaciones ambientales.

 

Japón despidió el 2018 anunciando que se retirará de la Comisión Ballenera Internacional, la cual estableció una moratoria para la caza de ballenas en 1986, por lo que se dispone a reiniciar la cacería de cetáceos a partir de julio de este año.

Aunque el acuerdo internacional nunca detuvo la caza japonesa de ballenas, porque le permitía al país seguir cazando ballenas para investigación científica al mismo tiempo que vendía la carne, para los ecologistas representaba un mensaje a favor del medio ambiente.

No obstante, los críticos consideraban que la investigación era una fachada para mantener la caza comercial de ballenas.

Un informe de la BBC de Lóndres recordó que no solo Japón caza ballenas, pues también es una práctica en países como Noruega, Islandia y las Islas Feroe. Melissa Hogenboom, periodista de esa agencia informativa, escuchó en una visita a Islandia dos frecuentes argumentos entre la población para justificar la caza: primero, la idea de que "existen demasiadas ballenas en el mar" y se comen todos los peces. 

La Sociedad de Conservación de Ballenas y Delfines (WDC por sus siglas en inglés) desmiente esta creencia en uno de sus informes y recuerda que las ballenas comen también plancton o pequeños crustáceos, y no solo peces. Otro argumento recurrente es que la carne de ballena es muy solicitada por su fama entre los turistas que visitan Islandia, pero no tanto entre la población local. En este caso, según WDC, es cierto que solo el 1,7% de los islandeses consume carne de ballena, por lo que esta práctica recae entre el 35-40% de quienes visitan el país. 

Sin embargo, la afición gastronómica de los extranjeros deja un gran remanente de las ballenas capturadas en Islandia, por lo que mucha de su carne se exporta también a Japón.

En las islas Feroe defienden la práctica apelando a la "solidaridad" que caracteriza a esta tradición desde hace décadas, en la que la carne de ballena se reparte de la manera más equitativa posible entre las personas que participaron en la caza y, en ocasiones, también entre las personas que viven en el área.

En años recientes, en la región antártica, Japón ha tenido una cuota anual de 333 ballenas Minke; en la temporada de caza 2017-2018, esa cifra incluyó 122 hembras embarazadas.

Según Yoshihide Suga, jefe de gabinete del gobierno japonés, aseguró que la Comisión Ballenera Internacional se centraba demasiado en la conservación y no había logrado desarrollar una industria ballenera sustentable, una de las metas que había manifestado.

“En su larga historia, Japón ha usado las ballenas no solo como una fuente de proteínas, sino también para una variedad de otros propósitos”, señaló el alto funcionario en un comunicado.

“Las comunidades locales se han beneficiado de la caza de ballenas, y de este modo se ha desarrollado la vida y la cultura por medio de las ballenas”.

Por su parte, Sam Annesley, director ejecutivo de Greenpeace Japón, condenó la decisión del gobierno japonés.“La declaración de hoy desafía a la comunidad internacional, y ni hablar de la protección necesaria para salvaguardar el futuro de nuestros océanos y estas criaturas majestuosas”, afirmó en un comunicado.

“La declaración de Japón está fuera de sintonía con la comunidad internacional, y con la protección necesaria para salvaguardar el futuro de nuestros océanos y estas criaturas majestuosas. Japón debe actuar urgentemente para conservar los ecosistemas marinos, en lugar de reanudar la caza comercial de ballenas” declaró Annesley.

Como resultado de los avances tecnológicos, la sobrepesca (tanto en aguas japonesas como en zonas de alta mar) ha llevado al agotamiento de muchas especies de ballenas. La mayoría de las poblaciones aún no se han recuperado, incluidas las más grandes como las ballenas azules, los rorcuales común y boreal.

“Los océanos del mundo se enfrentan a múltiples amenazas, como el cambio climático y la contaminación plástica, además de la sobrepesca. Como país rodeado de océanos, donde las vidas de las personas dependen en gran medida de los recursos marinos, es esencial que Japón conserve sus océanos.”, agregó Annesley.

“Como presidente del G20 en 2019, el Gobierno japonés debe volver a comprometerse con la CBI y priorizar nuevas medidas para la conservación marina”, concluyó.

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