La casona sin puertas y altos techos en palma de moriche, anuncia la llegada a Juan Solito. Así se llama el hotel de La Aurora, en homenaje a un viejo ritmo del Llano que se ha ido olvidando con el tiempo. Ni el nombre de la reserva ni el del hotel se leen en aviso alguno. Pero a medida que se van abriendo los broches de alambre de púas, después de dejar atrás el Totumo, la última vereda de Paz de Ariporo, aumenta la expectativa por llegar a una de las reservas naturales más grandes del Casanare.
En Juan Solito, cuatro chinchorros de colores invitan al descanso de bienvenida y a entrar en pleno al espléndido paisaje natural de la llanura casanareña. Una jarra repleta de limonada fresca es el mejor saludo para los visitantes. Después viene el tinto con sabor campesino, endulzado con panela y aromatizado con canela.
Todo en La Aurora evoca el Llano. Los matapalos que van consumiendo las palmas con sus raíces extendidas de arriba hacia abajo. El cotorreo de los loros reales, que se pasean por entre los árboles luciendo su inconfundible copete amarillo, el picoteo de los pájaros carpinteros sobre un racimo de topochos que madura, el salto inquieto de los alcaravanes y el paso lento de las garzas blancas y morenas. Los nidos de arrendajos que se descuelgan entre las ramas como largos morrales de paja decorativos, el atuendo típico de los habitantes del hato y, por supuesto, su hospitalidad sin límite, como la tierra que habitan.
Llaneros de “pata al suelo”, de pantalón remangado, de sombrero. Llaneros recios para arrear los lotes de ganado y para pasar con sus caballos el Ariporo, uno de los ríos que baña el hato. Llaneros de sonrisa plena, prestos a atender a quien llega. Llaneros que tocan el cuatro, la bandola, el arpa, los capachos. Llaneros de pasajes y coplas para rematar el día. Le cantan a su tierra, a sus amores. Llaneros de toda una vida. Así son los anfitriones en La Aurora
La comida también es autóctona, como las mujeres que desde un fogón de leña llevan al mesón de madera toda suerte de platos criollos: el caldo de costilla, el picillo, las arepuelas, el plátano verde en finas tajaditas redondas, que allá se conoce como cascajo, la carne asada, el queso de mano.... Una variedad de delicias....
Ritual de observación
Los potros cerreros, que se pasean imponentes por la Llanura plena son parte del paisaje que ofrece la reserva. En el recorrido, que los anfitriones denominan el “safari criollo”, la expectativa va creciendo cuando asoma el primer venado en el horizonte. Hay más, pero hay que hacer silencio. En lagunas y esteros, los chig”iros son los vigilantes. Toman el sol, se sumergen y vuelven a la orilla. La cámara fotográfica enfoca una y otra vez el espectáculo. El reto es acercarse sin alterar su hábitat.
El mismo ritual silencioso se debe seguir con las aves. El garzón soldado permanece vigilante, en un mismo lugar, hasta que percibe lo extraño. Sin esperar un segundo más despliega sus inmensas alas y cambia de sitio. Es lo mismo que pasa con la garza paleta, con la corocora, con el aruco o con el gabán. El sirirí o el sernícalo, tampoco se quedan mucho tiempo en un mismo sitio. El desafío es verlos lo más cerca posible, captarlos con la cámara de video o de fotografía. Llevar la evidencia de que allí en La Aurora hay mucho para ver. Desde el pequeñísimo turpial hasta el corpulento puma, registrado por las cámaras trampas instaladas en puntos estratégicos donde se presiente el paso de los felinos.
La recompensa, un atardecer de ensueño, ante los arreboles con que el cielo completa el horizonte llanero.
La propuesta de La Aurora es internarse en el Llano, recorrer senderos y disfrutar de toda esta riqueza en un estado muy natural, como ya poco se encuentra en este extenso territorio verde, transformado por la ganadería extensiva, por los cultivos de arroz y por las máquinas de la tecnología. Ir al encuentro del más cálido espíritu llanero, encarnado en una familia que busca preservar la riqueza que les dejaron sus antepasados y que aspira a que el Estado los apoye en esta costosa, pero satisfactoria empresa de la conservación natural.
Cómo llegar a La Aurora
Partiendo desde Bogotá existen las siguientes vías de acceso:
Vuelos comerciales Bogotá - Yopal.
Vía terrestre con un tiempo aproximado de 7 horas, por la vía Villavicencio-Yopal o Sogamoso-Yopal.
Desde Yopal, la ruta sigue al municipio de Paz de Ariporo, al caserío El Totumo y desde allí, por vía sin pavimentar hasta el Hotel Juan Solito.
En invierno (Abril a octubre), el desplazamiento desde Paz de Arioporo a la reserva puede hacerse por vía fluvial partiendo desde el corregimiento de la chapa.
El equipaje debe ser liviano y cómodo teniendo en cuenta la temperatura del lugar (25”C a 35”C).
Se debe llevar bloqueador solar, sombrero o cachucha y repelente. Si es alérgico a las picaduras de mosquitos o abejas, llevar las medicinas que acostumbra tomar en estos casos.
En época de invierno es recomendable traer botas pataneras.
La tarifa del hotel, que va desde $132.000 por persona, incluye hospedaje, tres comidas diarias y las actividades que ofrece la Reserva.