Las aves sienten los estallidos de la pólvora como algo desagradable, perturbador y quizás hasta doloroso. Tanto la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS) de la Universidad Nacional como el instituvo von Humboldt, llaman la atención sobre los efectos de las explosiones en estos animales.
BOGOTÁ D.C.- La Unidad de Rescate y de Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), de la Universidad Nacional han llegado aves con sus alas o patas astilladas, debido a que no alcanzan a escapar de los árboles al momento del estruendo que producen los juegos pirotécnicos.
Estos juegos, que abundan por esta temporada de celebración navideña, ocasionan accidentes en algunas aves que, aturdidas por el ruido, pueden llegar a estrellarse o, en el caso de las migratorias, se desvían del trayecto que siguen, le explicó a la Agencia de Noticias de la UNAL el médico veterinario de URRAS, Miguel Nova Chamorro, quien señala que también han recibido polluelos que se pierden de sus nidos.
“Solo en enero de 2021 recibieron 192 aves, un número alto de animales con las mismas afecciones, por lo que creemos que puede ser a causa de la pólvora por las festividades”, explica el veterinario de URRAS.
Por su ubicación geográfica, Colombia es paso obligado para casi 300 especies migratorias por esta época del año. En Bogotá, además, hay cerca de 200 especies de aves, entre las presas y las depredadoras.
“Las torcazas, las tórtolas, las mirlas y las copetonas son animales muy nerviosos que desencadenan un estímulo de defensa ante la amenaza, por lo tanto, cuando están expuestos a estímulos repentinos como la pólvora, entran en un estado de shock y mueren inmediatamente”, precisa el veterinario de URRAS.
Las aves rapaces nocturnas, por su parte, son muy sensibles a los estímulos auditivos, de manera que cuando se produce una explosión de la pólvora, el estruendo las aturde y cuando salen a volar se confunden y terminan estrellándose, lo que les ocasiona múltiples lesiones o la muerte.
Al estrellarse, las aves pueden sufrir consecuencias como traumas craneoencefálicos, hemorragia intracraneal, fracturas en los huesos y rupturas de vasos sanguíneos, entre otros. “Las aves tienen una estructura ósea muy delicada y las lesiones moderadas a severas son un reto para tratar, es decir, que tienden a tener muy mal pronóstico”, detalla.
A diferencia de los mamíferos, cuando las aves cicatrizan generan muchísimo callo óseo y pueden pasar dos cosas: que la fractura se contamine, si no es tratada en menos de 24 horas, el pronóstico es muy pobre, o que la fractura cicatrice mal, generando mucho callo óseo que imposibilita su capacidad de vuelo por el mismo peso del hueso”, menciona.
“En el caso de las aves que se encuentran perdidas o cansadas, el periodo de recuperación es de 2 a 3 días. Actualmente, tuvimos el caso de un búho que nos remitieron con un trauma craneoencefálico porque lo atropelló un carro, le realizamos el tratamiento de terapia, le realizamos una intervención con veterinarios extranjeros, pero a pesar de todos los esfuerzos realizados, quedo con secuelas de movilidad, pues en el momento en que él va a aterrizar las patas no le responden muy bien y termina resbalándose. Su recuperación duró entre 3 y 4 meses”, afirma.
Cuando los animales no se rehabilitan totalmente, es decir, que no recuperan su fitness ecológico están condenados a vivir en cautiverio: algunos pueden remitirse a zoológicos o bioparques, otros quedan sin un destino muy claro y se empiezan a presentar problemas de hacinamiento en los centros de fauna.
Cunde el pánico
Segun el instituto von Humboldt, es importante saber que las aves reaccionan a distintos estímulos, tanto visuales como auditivos. Tienen la capacidad de detectar de antemano, por ejemplo, la aproximación de una tormenta meteorológica debido a la caída de la presión del aire y a otras señales que les sirve para prepararse y resguardarse. Sin embargo, algo distinto ocurre con las fuertes explosiones y sonidos potentes e inesperados que producen los fuegos artificiales. Los estímulos visuales y acústicos de la pirotecnia producen en las aves y en otras especies, fuertes reacciones como el aumento del ritmo cardíaco y respiratorio que terminan en infartos causando la muerte debido al pánico generado.
Algunos de los pocos estudios realizados sobre el tema, señalan que esta percepción que tienen las aves ocurre a través del órgano paratimpánico en el oído interno o a través de los sacos aéreos. Los fuertes ruidos que produce la pólvora hace que las aves entren en pánico, desorientándose en su vuelo y perdiendo su capacidad visual como resultado del humo, la niebla y los destellos de luz que dejan a su paso los fuegos artificiales. De esta manera, las aves quedan en alto riesgo de chocar contra obstáculos como edificios, tendidos eléctricos, árboles, entre otros. Estas perturbaciones terminan en lesiones o incluso en la muerte.
Por otra parte, como consecuencia de la desesperada huída, las aves también pierden su tiempo de descanso y alimentación. Además, el éxito reproductivo también puede verse comprometido como resultado de este impacto. Algunos datos recopilados demuestran que durante la explosión de fuegos artificiales, las aves adultas abandonaron el nido o llegaron muy tarde, dejando desprotegidas a las crías que quedaron a merced de las condiciones climáticas adversas o de los distintos depredadores.
En Europa, para los cormoranes por ejemplo, se cuantificó que la pérdida de crías fue hasta 30 veces mayor y se determinó que hasta el 83% de la pérdida total de nidos ocurrió la noche de los fuegos artificiales. En Estados Unidos, por su parte, alrededor de 5.000 tordos o turpiales alirrojos murieron en la víspera de Año Nuevo de 2010 cuando se detonaron ilegalmente fuegos artificiales en Arkansas.
Estudios realizados en Europa con el uso de un radar meteorológico, lograron cuantificar la reacción de las aves a los fuegos artificiales en tres años consecutivos durante el Año Nuevo. En general, se observó que miles de aves tomaron vuelo poco después de la medianoche, con grandes movimientos aéreos que duraron al menos 45 minutos. Se identificó además que las aves volaron a alturas mayores (hasta 500 metros) de las usualmente hacen en su recorridos normales. Por último, las densidades más altas se observaron en pastizales y humedales, incluyendo sitios dedicados a la conservación, donde miles de aves acuáticas descansan y se alimentan.
Los pocos estudios disponibles sobre este tema prueban reacciones fisiológicas, como el aumento de la frecuencia cardíaca, liberación de hormonas y otras reacciones metabólicas, demostrando que los fuegos artificiales causan estrés al ave, incluso si no muestran una reacción mayor como una actividad corporal o el vuelo.
De hecho, los datos recopilados evidencian que el vuelo no es la única estrategia para escapar de los fuegos artificiales, pues dependiendo de la especie, los individuos huyen corriendo o nadando hacia la vegetación protectora o hacia áreas lejanas. Esto sucede particularmente en aves que no tienen muy desarrollada su capacidad de vuelo o aquellos juveniles que aún no han aprendido a volar. En casos extremos, las aves jóvenes pueden saltar o caer de sus nidos.
"Lo anterior evidencia la cuantificación de éstos impactos en las aves europeas o norteamericanas, sin embargo en países neotropicales como el nuestro donde la diversidad de aves es la mayor a nivel mundial, las consecuencias pueden ser más complejas y son incluso desconocidas", señalan Daniela Gómez y Nattaly Tejeiro, investigadoras del equipo de ornitología de colecciones biológicas del Instituto Humboldt.
Mientras algunos humanos perciben las detonaciones fuertes e inesperadas y las luces brillantes que producen los fuegos artificiales como algo espectacular, las aves y los animales tanto silvestres como domésticos sienten una fuente de perturbación que incluso puede llevarlos a la muerte. En la avifauna, esto también puede producir desequilibrios en individuos e incluso poblaciones, generando por tanto un gran impacto en la funcionalidad de los ecosistemas, que para el caso específico de Colombia nos falta aún mucho por indagar.
Recomendaciones para mascotas
En relación con los animales domésticos, el doctor Nova, de URRAS, recomienda que “durante los meses de diciembre y enero, cuando abundan los juegos pirotécnicos, es importante darle al perro o gato un espacio en el que se sienta seguro para que se pueda esconderse y abrazarlo, pues esto le brindará protección y seguridad”.
Además, cada dueño debe generar estrategias para que el animal deje de asociar la pólvora con un estímulo negativo. De esta forma, lo que se podría hacer es que cada vez que haya pirotecnia o un ruido fuerte, al animal se le puede dar un estímulo positivo como una croqueta, un juguete.