Quince cocodrilos o caimanes del Orinoco que nacieron y fueron criados en cautiverio por investigadores de la Universidad Nacional, en Villavicencio, se adentraron en la inmensidad del río Manacacías, en el Meta, para demostrar que pese a que su especie casi desapareció entre los años 20 hasta los 50, viven y están de vuelta.
PUERTO GAITÁN (Meta).- Luego de más de 24 horas de preparación y movilización estos reptiles de la especie Crocodylus intermedius, conocidos como “cocodrilo del Orinoco”, tuvieron contacto por primera vez con su hábitat natural en el río Manacacías (Meta) que será su hogar de aquí en adelante.
A paso lento pero sin dudarlo, cada uno de cocodrilos caminó hasta la orilla del río para sumergirse y así culminar con éxito el extenuante trabajo de los docentes, investigadores y profesionales de la Estación de Biología Roberto Franco de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), que se encargaron del alistamiento y traslado de los animales.
Sin embargo, este momento también significó el resultado de los esfuerzos conjuntos de la U.N. y Cormacarena, quienes desde 2009 trabajan en procesos académicos e investigativos para el Programa de Conservación del Caimán Llanero y permitió reintroducir un buen número de cocodrilos de esta especie para fortalecer su población, según lo informa la Agencia de Noticias de la U.N.
Entre la desembocadura del caño Cumaral y el río Melùa, en el río Manacacías, los 15 cocodrilos fueron liberados en tres grupos, cada uno con un macho y tres hembras. Uno por uno, los animales caminaron despacio sobre la arena blanca, hicieron pausas y detallaron el lugar para luego adentrarse en el agua y tener contacto con el que de ahora en adelante será su nuevo hogar.
El biólogo de la U.N., Rafael Moreno, coordinador técnico del proyecto, comentó que estos animales tienen mucha sensibilidad y sentidos muy preciosos. “Al enfrentarse a la vida silvestre están recibiendo una gran cantidad de información, así que mientras se acoplaban hacían pausas, pero su ingreso al agua fue rápido”, precisó el biólogo Moreno.
El traslado de los animales desde la estación Roberto Franco, de la U.N., en Villavicencio, hasta Puerto Gaitán tardó alrededor de cuatro horas en las que los expertos de la U.N. hicieron dos paradas, en los corregimientos de Pachaquiaro y Pueblo Nuevo, para verificar el estado de los cocodrilos que eran transportados en guacales diseñados y construidos especialmente, incluyendo las recomendaciones de la FAO para el transporte de animales vivos.
El ingeniero ambiental Willington Martínez, funcionario de la Estación, detalló que en estos puntos se revisó la temperatura de cada individuo, así como sus condiciones de aire y respiración.
Al llegar a Puerto Gaitán los guacales fueron embarcados en botes de hasta 13 metros de largo y casi un metro de ancho, que se movilizan con motores fuera de borda. Luego de más de ocho horas de navegar por el Manacacías se vislumbraron las playas seleccionadas para la liberación.
Justo antes del desembarco del primer grupo de animales, una fuerte lluvia se hizo presente, pero lejos de ser un problema benefició la temperatura de los cocodrilos quienes se refrescaron en medio del acalorado viaje. “Buscamos espacios es los que el animal pudiera sentirse tranquilo, escogimos playas arenosas y de bajas pendientes. Teníamos un poco de preocupación porque al llover las playas se reducen, pero afortunadamente el nivel del río fue bajando y encontramos los sitios adecuados”, comenta el biólogo Moreno.
Durante la liberación estuvo presente la doctora Beltsy Giovanna Barrera, directora de Cormacarena, quien resaltó que ver a estos cocodrilos libres es una muestra del buen trabajo realizado durante estos últimos años y un aporte a la conservación de esta especie que se encuentra en peligro crítico de extinción por la comercialización de sus pieles.
También se hicieron presentes representantes de la Policía Nacional, la Armada Nacional, la Fuerza Aérea Colombiana y el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo, quienes apoyaron y acompañaron la logística de la hazaña.
El profesor Carlos Moreno, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la U.N., quien participó en la jornada de liberación, expresó con entusiasmo, que pese al cansancio físico es una satisfacción contemplar la libertad de estos animales y es el premio a tanto esfuerzo. “Somos conscientes de que esto apenas está empezando. Tenemos 200 animales para liberar el año entrante y seguiremos buscando recursos, porque creemos que sí hay personas interesadas en apoyar este tipo de proyectos”, agregó.
En efecto, el trabajo continúa. Seis de los cocodrilos (el macho y una hembra de cada grupo) tienen instalados transmisores de rastreo para el seguimiento de su supervivencia y localización. Los animales serán monitoreados a través de telemetría vía frecuencias radiales en la banda del espectro electromagnético VHF.
Entre los liberados, el macho más grande mide 3,60 metros y la hembra más pequeña es de 1,70 metros. Los expertos de la U.N. son optimistas y esperan que en la próxima temporada de reproducción, que es en la primera temporada seca del año -entre enero y marzo de 2018- ya haya un nido.
Todo esto dependerá del estado de su hábitat, por eso el río Manacacías se mostró como el lugar idóneo para su ingreso a la vida silvestre, ya que tiene una baja densidad de población, biológicamente tiene condiciones aptas donde no hay tantos competidores para que puedan defenderse, tiene curso de agua durante todo el año, oferta de alimento y en términos ecosistémicos todavía conserva bosques ribereños que en la Orinoquia colombiana se denominan Bosques de Galería.
Este proyecto es dirigido por la profesora María Cristina Ardila, del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la U.N, y en el operativo participaron alrededor de 12 personas entre docentes de la Universidad y profesionales con amplia experiencia en el tema.
El biólogo Moreno agrega que todo el equipo constata que cada proceso se llevó a cabo con alto criterio técnico y rigor científico, incluyendo todos los análisis que permitieron hacer una reintroducción sólida. Destacó la importancia de esta especie ya que es un depredador que está en la cima de la cadena trófica y cumple funciones como reguladores de ecosistemas acuáticos al consumir ciertas poblaciones de peces. “Al ser un depredador permite que no domine solo una especie de pez, sino que se mantenga esa gran diversidad. También provee materia orgánica que enriquece las aguas”, precisó.