Investigadores de distintas instituciones científicas, nacionales e internacionales, pidieron a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declarar como Probablemente Extinto al sapo quimbaya, Atelopus quimbaya, especie endémica de los Andes colombianos. (Foto: J.D. Lynch)
BOGOTÁ D.C.- Según la investigación desarrollada por las entidades nacionales Instituto Humboldt, universidades del Valle y Javeriana de Cali y Wildlife Conservation Society; y las internacionales ProCAT, Centro para la Ciencia Abierta y la Conservación de la Biodiversidad en Costa Rica y la Universidad Autónoma de México, el estado de conservación del género Atelopus en Colombia es crítico, ya que cerca del 80 % de las 44 especies que habitan el país enfrentan un grave riesgo de extinción.
En visitas realizadas durante las últimas dos décadas a los mismos sitios donde fueron registrados los sapos en los años 90, no fue detectado ningún individuo, así como tampoco huevos o renacuajos.
Atelopus quimbaya pertenece al género de sapos arlequín y se conoce en solo tres localidades de la vertiente occidental de los Andes centrales colombianos: la Reserva Natural La Montaña (municipio de Salento, Quindío), el Parque Natural Regional de Ucumarí (municipio de Pereira, Risaralda), y la Reserva Bosque del Río Blanco (cuenca del río Chinchiná).
Con la intención de esclarecer y comprender las eventuales causas de la disminución, e incluso extinción del sapo quimbaya, el equipo de investigadores reunió estudios científicos históricos y realizó salidas de campo a las tres localidades conocidas como hábitat de la especie para contrastar la información e intentar responder el interrogante.
A pesar del esfuerzo intenso y reciente por hallarlo en estos lugares no hubo avistamientos tras los últimos registros ocurridos entre 1994 y 1997. En cambio, según el estudio, en estos sitios hay presencia confirmada de la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), y se sospecha, del hongo infeccioso Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), dos posibles enemigos de la especie en cuestión.
En la cuenca del río Otún y en el Quindío se sabe de la existencia de la trucha arcoiris, para empezar, debido a dos grandes granjas para la crianza del pez. Se estima que en 1953, la especie exótica fue introducida en los ríos y en los estanques artificiales de la Reserva Natural de Navarco. En las salidas de campo, el equipo de investigadores detectó la presencia de la trucha aun en pequeñas corrientes de agua de los cauces de estas zonas.
El hecho de que la trucha habite en las cuencas donde fue común el sapo quimbaya, hace pensar que estaría involucrada en la disminución de sus poblaciones a través de la depredación, en primera medida de los huevos, y posiblemente de los renacuajos. El equipo investigador mantiene sus sospechas acerca del potencial efecto negativo del pez sobre este grupo de sapos, pues existe evidencia científica del impacto que ha tenido en otras especies de anfibios.
Un dato adicional revela que si bien la introducción de la trucha al país no coincidió con el momento en que inició la disminución de poblaciones del quimbaya, lo más factible es que la expansión de poblaciones de estos peces ocurrió constantemente, y de manera acelerada, hasta alcanzar el hábitat del sapo hacia 1990.
Por otro lado, está el hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) originario de Asia y que se encuentra ampliamente distribuido alrededor del mundo. Hoy hay evidencia de la desaparición de poblaciones completas de anfibios causadas por el (Bd), que les afecta la piel, un órgano vital involucrado en la respiración. En animales susceptibles al hongo se producen, por ejemplo, paros cardíacos que matan los organismos.
En general, el género Atelopus es considerado como uno de los grupos más susceptibles entre los anfibios, de hecho el declive de numerosas especies del grupo tiene relación comprobada con el hongo. En el caso del sapo quimbaya, los análisis efectuados a 23 ejemplares, recolectados en 1979 y 1994, arrojaron un resultado negativo para la infección por (Bd).
Por lo pronto, los investigadores no descartan un posible vínculo entre el hongo y el cambio climático o una correlación de múltiples factores estresantes como potenciales responsables de la probable extinción del sapo quimbaya y de la disminución de otras poblaciones de anfibios.
Y aunque los resultados actuales no permiten establecer si (Bd) está o no involucrado en el declive de este anfibio, a la fecha se realizan estudios a ejemplares depositados en las colecciones biológicas del Instituto Humboldt, en Villa de Leyva (Boyacá) para comprobarlo.
De ser posible, a futuro se espera realizar estudios con el material biológico disponible en la Universidad del Valle, el Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia y el Museo de Herpetología de la Universidad de Antioquia, mismos que ayudarían a esclarecer la participación del hongo en la disminución de esta y otras especies de anfibios colombianos.
La importancia del sapo quimbaya, y en general los anfibios, radica en que desde el punto de vista ecológico son buenos indicadores del estado de conservación de ecosistemas debido a lo susceptibles que resultan a la contaminación y degradación del hábitat.
Por el contrario, su ausencia es una señal de cómo el cambio en el paisaje y el ambiente, causados por distintas actividades, afectan la biodiversidad a distintos niveles. En ese sentido, algunos estudios demuestran que los renacuajos ayudan en el mantenimiento de la estructura de las comunidades de algas y la productividad primaria de los ríos y quebradas.
Entre tanto, en medio de los esfuerzos científicos inconclusos y del desconcierto que generan las causas de la posible desaparición de este sapo endémico, los investigadores involucrados en el estudio no se dan por vencidos, en cambio sugieren continuar con los análisis en laboratorios y trabajos en campo en zonas aledañas a las exploradas, con la intención de descubrir poblaciones, quizá no detectadas hasta ahora, del quimbaya y de otras especies del grupo de los Atelopus con características similares.