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Por: Helena Paul, Almuth Ernsting, Stella Semino, Susanne Gura & Antje Lorch EcoNexus, Biofuelwatch, Grupo de Reflexion Rural, NOAH - Friends of the Earth Denmark, and The Development Fund Norway

El comercio de carbono no contribuye a evitar las emisiones de la quema de combustibles fósiles en el Norte, y en cambio hay sólida evidencia de que los créditos del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) están siendo utilizados para subvencionar algunas de las industrias más contaminantes en el Sur. No es de extrañar por tanto, que el comercio de carbono no haya resultado en una reducción de emisiones.

Muy pocas personas son conscientes de que el MDL admite sistemas agrícolas y proyectos muy diversos, incluyendo grandes explotaciones de ganado y de plantaciones de palma de aceite. La metodología aprobada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) contribuye en la práctica a subvencionar y legitimar las explotaciones de plantaciones industriales intensivas, a pesar de que este tipo de proyectos han sido muy cuestionados, entre otras razones por la destrucción de la biodiversidad y la contaminación del suelo y de las aguas que suponen.

El fundamento básico de las compensaciones por carbono es la reducción de las emisiones que se habrían producido de no llevarse a cabo un determinado proyecto. Hasta ahora ha habido ciertos límites al ámbito de aplicación de los proyectos financiados por el MDL. Las Partes del Protocolo de Kyoto habían dictaminado que no se concederían créditos del MDL por el secuestro de carbono en los suelos, ni por la deforestación evitada, y que la forestación y la reforestación sólo podrían representar el 1% de las Reducciones Certificadas de Emisiones.

Actualmente, sin embargo, hay fuertes presiones para eliminar estas limitaciones de los mecanismos de compensación. Una de las razones esgrimidas es que ha mejorado la capacidad de medir, de hacer públicas y de verificar las reducciones de emisiones asociadas a determinadas prácticas agrícolas. Sin embargo, la sostenibilidad de dichas prácticas sigue siendo dudosa.

Los documentos de la negociación de Copenhague incluyen propuestas para facilitar la concesión de compensaciones por carbono en la agricultura, eliminando la exclusión actual del secuestro de carbono en los suelos, y mediante la introducción de normas sectoriales y acciones nacionales de mitigación que podrían ser financiadas a través del comercio de carbono.

Como era de esperar, están proliferando las empresas que proponen hipotéticas reducciones de las emisiones, como la 25x25 Coalition, que predice unos ingresos brutos anuales adicionales para la agricultura y para el sector forestal estadounidense de más de 100.000 millones de dólares por las compensaciones nacionales por carbono, que representan el 50% del valor total de la producción agrícola de EE.UU.

Aunque el óxido nitroso (N2O) y el metano, gases de efecto invernadero muy potentes, representan el mayor volumen de emisiones directas de la agricultura, el enfoque de compensación que predomina en el debate sobre agricultura del acuerdo de Copenhague hace que éste se centre en el secuestro de carbono en los suelos. Los suelos son sistemas
complejos, que albergan una rica biodiversidad, materia orgánica, flujos de agua, y estratos y agregados. Pueden tardar décadas o siglos en formarse, pero se degradan con rapidez. Es muy probable que los métodos propuestos de secuestro de carbono afecten negativamente a
los suelos, degradados ya en muchas regiones.

Ganado, otro emisor de gases efecto invernadero

La producción ganadera industrial es una de las principales emisoras de gases de efecto invernadero, principalmente de óxido nitroso y metano. La producción de concentrados utiliza actualmente un tercio de las tierras de cultivo del mundo y de los fertilizantes químicos responsables de la mayor parte de las emisiones antropogénicas de óxido nitroso. Sin embargo, se propone intensificar la producción ganadera industrial, probablemente agravando los problemas actuales en lugar de resolverlos. Lo mismo ocurre con la acuicultura, cada vez más dependiente en los mismos piensos que el ganado.

Los pastizales representan un tercio de los depósitos de carbono terrestre, principalmente por su masa de raíces, y han evolucionado en coexistencia con el ganado. Erróneamente, se culpa a la ganadería extensiva de alterar el clima. Cuando los pastizales se transforman en cultivos, a menudo para obtener más pienso para un número creciente de cabezas de ganado, liberan a la atmósfera el carbono almacenado.

Eliminar la mayoría de los productos de origen animal de las dietas de los países del Norte se ha convertido en un imperativo. La cuestión de cómo lograr esto debería figurar en la agenda de la ONU, tanto más cuando, según la FAO, los productos animales no son necesarios para una dieta saludable, contrariamente a la creencia generalizada. La intensificación de la ganadería y la acuicultura no es una opción sostenible.

La FAO está a favor de importantes aumentos en la financiación destinada a la agricultura en el acuerdo de Copenhague, argumentando que "millones de agricultores de todo el mundo podrían convertirse también en agentes del cambio, ayudando a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero". Sus tierras podrían convertirse ahora en objetivo de las
empresas que pretenden secuestrar carbono en los suelos.

Este informe no aborda las opciones positivas existentes para una agricultura que mitigue el cambio climático. Éstas han sido defendidas durante mucho tiempo, por ejemplo, por Vía Campesina, la organización más grande del mundo de pequeños agricultores. Estas opciones
apenas han sido tenidas en cuenta en las negociaciones preparatorias de Copenhague.
Además de establecer políticas efectivas para reducir las emisiones, el desafío para un acuerdo climático post 2012 es resistir a las presiones de las empresas que buscan beneficiarse de bonos de carbono de la agricultura.

Traducción: M? Victoria Caminos. Revisión Mireia Llorente e Isabel Bermejo.