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LIMA, (Perú), agosto 19 de 2015. El envío de pequeñas aeronaves no tripuladas (conocidas como drones) para sobrevolar los bosques tropicales presenta un gran potencial para la mejora del monitoreo forestal comunitario y para la medición del carbono con miras a apoyar los esfuerzos de mitigación del cambio climático, afirmaron expertos en un evento realizado en el marco de la conferencia de la ONU sobre el clima.

“Los llamados drones pueden monitorear y medir muchas cosas, incluyendo el carbono. Son rápidos, baratos, inmediatos y ahorrarán una enorme cantidad de trabajo pesado”, indicó Michael McCall, investigador senior de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y uno de los autores de un documento sobre el tema.

La palabra “dron” (del inglés drone) si bien conlleva cierta carga negativa debido a su asociación con las operaciones militares de los Estados Unidos, puede también aplicarse con fines de investigación, y para la conservación de los bosques.

El monitoreo de los cambios en la cobertura forestal es también una parte esencial de REDD+, el esquema basado en resultados que recompensa a las comunidades por reducir las emisiones de carbono provenientes de la deforestación y la degradación forestal.

A menudo se ha sostenido que lograr que los habitantes locales se encarguen por sí mismos del monitoreo puede ser igual de preciso (y mucho más barato) que encargar esa misma labor a científicos, y los drones presentan ventajas clave respecto del monitoreo que se realiza desde la superficie o desde un satélite, afirmó McCall.

El estudio descubrió que fijar una pequeña cámara a un dron del tamaño de un avión de aeromodelismo y hacerlo volar a una altura de 50 a 300 metros puede producir imágenes de alta resolución espacial. A dicha resolución, se puede identificar y monitorear fácilmente árboles específicos y los cambios existentes en la cobertura vegetal.

El bajo costo y la facilidad de operación de un dron significa además que podrían realizarse mediciones en los bosques con mucha más frecuencia que con las tecnologías convencionales de teledetección, que son más costosas.
Además, dado que los drones vuelan por debajo de las nubes, se pueden realizar evaluaciones durante todo el año, incluso durante la temporada de lluvias, lo que permite un monitoreo permanente de los bosques tropicales.

En territorios de tamaño mediano a grande, que van de algunos cientos a varios miles de hectáreas, la capacidad de inspeccionar todo el territorio de una comunidad con unos pocos vuelos haría que la aplicación combinada de drones e inspecciones sobre el terreno sea más económica que usar solo las inspecciones, según indica el estudio.

Además, los costos iniciales son relativamente bajos, estando al alcance de grupos de comunidades u organizaciones locales.
“El precio de los drones está bajando muy rápidamente”, dijo McCall. “Hoy en día se puede construir un dron por menos de USD 2.000. ¡Incluso se puede usar una impresora 3D para imprimir un dron!”, explica.

“Si bien el equipo fotográfico sigue siendo caro, hay quienes están haciendo pruebas usando tan solo una cámara digital común y corriente y tomando gran cantidad de fotografías. Con un programa informático adecuado, es posible unirlas para crear una imagen de calidad a partir de ellas”, señaló.

ALGUNAS DESVENTAJAS

Sin embargo, el estudio indica que los drones presentan también algunas desventajas. Los drones pequeños se ven restringidos en la cantidad de equipos que pueden llevar. Esto limita la calidad de los sensores de imágenes que se pueden conectar al dron, así como el tamaño de las baterías a bordo, lo cual tiende a reducir el tiempo de vuelo a menos de una hora.
Los drones también son susceptibles al clima, lo que puede producir distorsiones en la medición. Ello significa que podrían no ser adecuados para mediciones científicas que requieren de gran precisión. Sin embargo, el estudio señala que las capacidades técnicas están mejorando rápidamente.

Otra preocupación son los problemas de seguridad, en especial en países como México, donde trabajan los autores del estudio. La operación de drones en bosques donde se realiza tala ilegal, caza furtiva, producción ilegal de drogas o actividades militares puede suponer una amenaza para los operadores de los drones, para otros miembros de la comunidad o para las organizaciones asociadas, señala la investigación.

“En México, un tema particularmente delicado es el de las bandas de narcotraficantes, a quienes sin duda no les gusta tener cosas volando sobre ellos”, dijo McCall.

“Lo primero que los mexicanos nos dicen cuando les mencionamos lo que estamos pensando hacer es ‘alguien lo derribará’”, pero también es probable que le disparen a alguien que vaya haciendo mediciones en un bosque a pie, y en el primer caso por lo menos se trata solo de un dron”.

Eso significa que las ONG que quieran utilizar esta tecnología deben priorizar los temas de seguridad. “Tiene que haber protocolos muy claros, que sean entendidos, creados y puestos en práctica por la comunidad, donde se señale lo que los drones pueden hacer, lo que no pueden hacer y a quién pertenece la información”, señaló McCall.

El documento también destaca las cuestiones éticas que surgen con la introducción de drones en las comunidades forestales: entre las más importantes figuran las preocupaciones acerca de la privacidad.

Los drones podrían provocar conflictos y acusaciones de violación de la privacidad y espionaje, también advierte el estudio. Y además existe el riesgo de que su introducción pueda crear tensiones entre y dentro de las comunidades, por lo que las ventajas y desventajas potenciales deben ser evaluadas caso por caso, dijo McCall.

“No creemos que todas las comunidades y todos los bosques sean lugares adecuados para usar esta tecnología, pero sí será particularmente útil en comunidades con población reducida y un área grande”, señaló.

BENEFICIOS PARA LAS COMUNIDADES

Pero la pregunta clave es ¿Por qué las comunidades desearían adoptar el uso de drones para monitorear sus bosques? “Probablemente no estén directamente interesados en la medición de carbono, pero sí debe interesarles conocer el estado de sus bosques”, según McCall.

McCall afirma que aun cuando los drones se introduzcan con fines de monitoreo de carbono, hay que permitir que las comunidades los utilicen también para sus propios fines, y existen muchas potenciales aplicaciones.

“El dron les permitirá tener un ojo en el cielo para ver lo que está sucediendo en la tierra”, dice. Podrían, por ejemplo, monitorear invasiones a su territorio de manera más segura; comprobar si existen plagas o enfermedades en los árboles, y enfrentar con mayor rapidez los incendios.

“Hemos trabajado en algunas comunidades del norte de México bastante extensas, de hasta 20 o 30 kilómetros de diámetro”, señaló McCall. “Desde sus torres de vigilancia, los miembros de la comunidad pueden avistar un incendio forestal, y en una camioneta pueden llegar hasta él en una hora. Pero con un dron, pueden estar allí en cinco minutos, tomar fotografías que muestren la dirección que el fuego está tomando y qué tan rápido está creciendo el incendio”.

Lo más importante de todo, explica el autor, es que los interesados comiencen a usar los drones ahora, y no más tarde. “La tecnología para el monitoreo ya está disponible y las comunidades están listas para usarla, pero lo que va a cambiar muy pronto es la legislación”, señaló.

“En 10 años los drones serán omnipresentes, y probablemente serán vistos como una plaga en todo el mundo, pues son algo ruidosos y podría haber accidentes, podrían estrellarse o ser utilizados de manera inapropiada”.

Es probable que en poco tiempo los drones sean prohibidos en muchos lugares, y la oportunidad que ofrecen hoy para su uso responsable en el monitoreo de los bosques comunitarios podría desparecer, enfatiza McCall.

“Creo que si empezamos ahora y demostramos que los drones pueden traer algunos beneficios sociales, estaríamos presentando un argumento a favor de una legislación que considere algunas excepciones”, finalizó.