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Por: Mabel Paola López

Madrid, España.- Que el vocabulario, la cultura y la gastronomía europeos tienen muchas diferencias con sus pares latinoamericanos es algo que he ido entendiendo poco a poco, pero nunca pensé que en este lado del mundo también existieran diferencias en la manera de protestar. Hace dos días, una avenida llena de ciclistas me hizo darme cuenta de que esa faceta de la sociedad europea tiene estilo propio.

Cientos de madrileños se agruparon el pasado domingo 3 de mayo de 2009 en la plaza Cibeles, para tomarse la ciudad a través de la "Criticona", una protesta que buscaba agenciar espacios nuevos para la bici, pues Madrid es una de las pocas ciudades capitales del mundo que no cuenta con estructuras viales exclusivas para este tipo de vehículo.

Y los "sublevados" tienen razón en estar molestos, pues desde Conpenhague (Dinamarca) hasta Bogotá (Colombia) diversas ciudades poseen ciclo-rutas o por lo menos una población sensibilizada hacia uno de los medios de transporte más ecológicos, saludables y sostenibles de toda nuestra historia (con los carruajes sufría el caballo, con las zorras el burro, con los trineos los renos o los perros y, con el carro, el que paga el seguro, la gasolina, la cuota y ni se diga cómo sufre el medio ambiente).

En la protesta madrileña del pasado fin de semana los ciclistas gritaban consignas como "No es un deporte, es mi medio de transporte" o "No contamina, no usa gasolina", mientras activaban las chicharras de sus bicis con forma de Harley Davidson, de tres puestos, de dos pisos o adornadas con flores al estilo hippie. Y si creen que esto es extraño, ni hablar de 2007, cuando los madrileños salieron desnudos sobre ruedas para exigir que el Ayuntamiento les diera un carril para poder transitar. Esa era la cuarta Marcha Ciclonudista organizada en España por la plataforma Massa Crítica, la misma que lideró la "Criticona 2009".

Menos mal este año los madrileños salieron vestidos, pues Miriam, mi compañera de práctica en Edelvives, y su esposo, nos prestaron dos bicis para vivir con ellos la experiencia de recorrer media ciudad, rodeados de miles de jóvenes, ancianos y niños que pretendían demostrar que también pueden generar tráfico, o lo que en Colombia llamaríamos "trancón".

Los españoles son muy divertidos. Hace unos meses había visto una protesta contra la reforma educativa de Bologna con batucada incluida, pero esta vez quedé sorprendida al ver cómo ejercían presión mediante canciones de cachondeo (broma) como aquella que años atrás decía: "tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera, me da leche condensada, hay que vaca tan salada... tolón tolón, tolón tolón". Además de presión, la idea era generar buen ambiente para que cada vez más personas se sumaran a la concentración.

Miles de bicis se movieron por toda la avenida del Prado y luego subieron por la Gran Vía. Ni idea de a dónde fue a parar este cuento, pues nos separamos del grupo en Moncloa para ir a la Casa de Campo, algo así como el Parque Simón Bolívar. En total manejamos por Madrid unas tres horas. Antes de la bici-marcha habíamos estado en una "quedada" en el centro para probar comida típica de la ciudad, preparada por los organizadores del evento. En la plaza donde se concentraron los asistentes había de todo: familias, jóvenes hippies y grupos folclóricos vestidos de goyesco, pues se celebraba el día de la independencia de Madrid. Así mismo, pudimos escuchar desde flamenco hasta vallenato. Vallenato, ?pueden creerlo?

Además de la bici-marcha y la quedada, en la ciudad había encuentros deportivos de ciclistas heterosexuales y LGBT. Ya saben que Madrid se caracteriza por su diversidad y por ser incluyente. Pues bien, eso también se traslada al mundo de las bicis.

Uno nunca sabe para qué le van a servir las cosas. De niño se le teme al agua y mucha gente nunca aprende a nadar, se le teme a la derrota y otros tantos no aprenden a jugar fútbol, baloncesto o billar. En mi caso, temía atropellar a la gente, cosa que sucedía muy a menudo en mi barrio cuando mi prima Elcer me prestaba su bici para darle la vuelta a la manzana. Ese temor hizo que nunca aprendiera a manejar bien, ni bici ni carro, pero Dios es curioso y Madrid es el segundo contexto en el que me pone a prueba. Copenhague fue el primero, al lado de Claudita, mi amiga del cole, a quien fuimos a visitar en Diciembre. Claro está que manejar bici en Dinamarca o en Madrid no es lo mismo que dar la vuelta a la manzana en el barrio Panamericano de Bogotá y menos encima de la acera esquivando vecinos.

Ahora el reto es aprender a montar bien para disfrutar la bici en El Retiro. Nunca me había dado cuenta de lo divertido que puede ser este medio de transporte, ni de lo diferente que se ve todo arriba del sillín. Lo digo porque uno de estos días descubrimos con John una parte del parque que no habíamos explorado en el casi año que llevamos aquí y me sentía como en esas escenas románticas con música de fondo y en las que pasan paisajes lentamente y se ve a gente besándose, ancianos caminando, perros corriendo, niños riendo. Es cierto, el deporte cambia la vida y mejora el ánimo. Ya hago equilibrio, manejo de puntitas, a ver si algún día domino el torito de metal... es que la bici parece un torito ?no?

Sigo aprendiendo, aprendiendo de Madrid, de sus formas de vida y de protesta, de mis nuevos amigos, de la vida, de mí misma, de la naturaleza, de Dios.