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a concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera ha alcanzado una cifra sin precedentes que según los científicos evidencia la realidad de un calentamiento global de consecuencias impredecibles y cada vez más preocupantes.

En la segunda semana de mayo, la presencia de CO2 en el aire llegó a las 400 partes por millón de moléculas en los registros de la estación atmosférica Mauna Loa, en Hawai, catalogada como el epicentro mundial para el estudio de los gases de efecto invernadero.

Y aunque los científicos aclaran que la cifra registrada no implica una "amenaza inmediata" para el ser humano, es un dato simbólico con el que los científicos tratan de concientizar al mundo entero.
"Es un umbral al que no deberíamos haber llegado. De hecho, no habría que haber superado los 350", declaró a la agencia de noticias EFE, el científico Ralph Keeling, uno de los responsables del informe publicado el viernes por la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA, en inglés) de EE.UU.

Este experto, según el reporte de EFE, sostiene que la civilización se encuentra "en zona de peligro" sin que en el horizonte próximo se vean atisbos de mejoría. En 25 años se estima que el CO2 supondrá 450 partes por millón de moléculas de aire dado el continuado uso de combustibles fósiles para el desarrollo de los países.

La quema de carbón, petróleo y gas natural está siendo el motor de la dramática aceleración del aumento del CO2 en la atmósfera, dijo en conversación telefónica con Efe el director de la división de vigilancia global de la NOAA en su laboratorio de Colorado, James Butler.

"Durante la civilización humana el dióxido de carbono ha estado en niveles de entre 180 a 280 partes por millón, en poco más de cien años la especie humana lo ha elevado a 400. No hay ciclo natural en este planeta capaz de hacer algo así tan rápido", aclaró el ejecutivo.

"La gente no ve peligros a corto plazo así que no se asusta, eso es parte del problema. No se atemoriza todo lo que debería. Si miras el largo plazo te das cuenta de la magnitud de lo que estamos haciendo es muy preocupante", insistió Keeling, cuyo padre fue pionero en el estudio del dióxido de carbono.