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Bogotá D. C, (Agencia de Noticias UN).- Es un error creer que pocas concentraciones de mercurio no son tóxicas, advierten expertos, quienes explican que como cerca del 15 % del atún es grasa, esta se constituuye en el principal atractivo para este metal pesado que cuando es consumido por el ser humano llega al cerebro y a los riñones a través de la sangre.

Es importante tener en cuenta que la contaminación se produce cuando el mercurio llega a los ríos y mares por derrames o por la minería del oro. Así, este elemento, que es más denso que el agua, se deposita sobre el plancton y es consumido por los peces.

Jairo Téllez, director de la Maestría en Toxicología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá, explica que el atún es la especie de pez que más grasa tiene, y aunque el mercurio se adhiere fácilmente a su cuerpo, él no sufren ninguna alteración.

“Estos animales tienen una ventaja, y es que poseen unas enzimas que transforman el mercurio metálico en orgánico, el cual se almacena en el organismo de los peces a los que, básicamente, no les pasa nada”, afirma el toxicólogo.

No obstante, cuando una persona come atún o cualquier pescado contaminado con este metal, su organismo absorbe dicho elemento, que le genera daños.

“Existe una creencia errónea de que si el producto tiene niveles más bajos de mercurio del permitido no pasa nada: cualquier cantidad es potencialmente tóxica, ya que este es un elemento extraño al cuerpo”, señala el profesor Téllez.

Ya que este es un metal muy denso, tiende a depositarse y acumularse en el organismo, en lugar de migrar, transformarse o metabolizarse, añade el académico.

Si el metal se acumula en grandes cantidades, y no se le presta atención, con el paso de los años pueden aparecer lesiones severas.

Por ejemplo, este elemento puede producir una especie de quiste en el cerebro que alteraría la circulación cerebral y las funciones principales de este órgano. En tiempos mayores a 10 años, si no hay prevenciones, se podrían desarrollar alteraciones neuropsiquiátricas como la demencia.

En las mujeres gestantes, el mercurio es capaz de atravesar la barrera feto-placentaria e intoxicar al feto de forma grave.

Además, el académico identificó varias poblaciones que podrían tener alto riesgo de contaminación por consumo de mercurio. Es el caso, por ejemplo, de algunas zonas de Antioquia, Caldas, los Llanos y el sur de Bolívar, en donde hay ríos contaminados por la actividad minera.

Entre tanto, la bahía de Cartagena, que ha sufrido las consecuencias de derrames y desechos, también es un ejemplo de que la contaminación en las aguas hace que los peces tengan rastros de dicho elemento.

¿Qué se puede hacer?

Para el académico Téllez, “el mayor problema está en el control sanitario que hace el Estado. Se sabe que el atún es un gran depositario del mercurio y desde hace mucho tiempo se debieron hacer controles porque esto no es nuevo”.

Además, en su opinión, también es una falla de las empresas que comercializan el atún, porque en sus procesos de calidad obligatoriamente deben tener unos parámetros de dicho metal.

El experto va más allá y propone que se hagan más mediciones de mercurio en el ser humano. Por ejemplo, estas se puede tomar en la punta del cabello: “muchas sustancias que el ser humano consume se eliminan por la grasa. El cabello es grasoso… y al mercurio le gusta la grasa”, apuntó.

Los niveles de este elemento en el cuerpo también se pueden medir en la sangre y en la orina.