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Arnulfo Urquijo, un campesino tolimense que desde hace más de 25 años se radicó en el cálido municipio de San Francisco (Cundinamarca) no sabía nada de palmas, pero estaba intrigado con las visitas de algunos técnicos a su finca. Hablaban y hablaban de la palma de cera de Sasaima. Que se estaba acabando, que estaba en peligro de extinguirse” Eso lo llevó a sembrar unas cuantas semillas. Empezó con 300. “Los vecinos me decían que si estaba loco”, recuerda. Y, claro, no era para menos. A las palmas de cera de Sasaima (Ceroxylum sasaimae), ellos no le veían otro uso que el de adornar el paisaje. “Puede ser que nada, les decía, pero en el fondo, yo tenía una corazonada. Algo debe tener esa palma si la visitan tanto”.

A quien no le pareció una locura el cultivo de don Arnulfo fue a Héctor Ulloa, entonces diputado de Cundinamarca, y famoso en el país por su papel estelar de Don Chinche, una de las series de televisión colombiana con mayor rating, en los años 80. Fue don Héctor “recuerda hoy Arnulfo- el que me contactó con los señores de Conservación Internacional y con la Fundación Omacha, para que me ayudaran con una beca.

Inicialmente, don Arnulfo recibió cerca de cinco millones de pesos. Se trata de una beca creada por la Iniciativa de Especies Amenazadas (IEA). “Con esa plata hice un vivero para 800 plántulas. En el 2007 sembré 5.000. El año pasado 10.000. Y este año voy en 15.000”, dice, con verdadero orgullo de pionero en siembra de palma de cera de Sasaima, en su pequeña finca, ubicada a menos de 15 kilómetros del centro de San Francisco y a donde se llega por un camino empinado, en medio de fincas tan confortables como la de doña María Eugenia de Campo, una mujer que al igual que la mayoría de pobladores de esta tierra, se preocupa por conservar las fuentes de agua, las aves, una gran variedad de flores y, obviamente, las palmas de cera de Sasaima.

En medio del semillero, don Arnulfo saca de entre las hileras de bolsas negras, una de las plántulas más pequeñas. “Son muy delicadas”, dice, mientras toma la raíz de la planta para enseñar la manera adecuada cómo debe cultivarse y abonarse. “Yo mismo preparo el abono y le echo cascarilla de arroz, estas plantas no resisten químicos”, comenta. Y es que, justamente su devoción por esta planta, que se encontraba en vía de extinción, lo hizo merecedor de un nuevo auxilio económico, esta vez por cerca de seis millones de pesos.

Hoy, la fuente de ingresos y de orgullo es la palma de cera. Ya dejó de lado el café y algunos frutales. Ahora, cada plántula la vende a $3.000 pesos y sus grandes clientes son, básicamente las alcaldías de la región de Gualivá, que es donde se está promoviendo el repoblamiento de esta especie. Ya incluso compró una camioneta, en la que él mismo transporta las plantas para la venta. Est experiencia exitosa ha llevado también a que varios agricultores de la región quieran seguir su ejemplo.

La mayoría de alcaldes, entre ellos los de Supatá, Nimaima, La vega y La Peña, entre otros, se han comprometido a adquirir las palmas para distribuirlas con ocasión de la celebración católica de la Semana Santa. Precisamente el alcalde de San Francisco, Mauricio Martínez, en asocio con el párroco de la población, padre Luis Eduardo Orjuela, donarán mil palmas, para que los feligreses las lleven en la celebración del Domingo de Ramos y luego las siembren en sus fincas, para garantizar la supervivencia de esta especie, con lo cual se garantiza también la conservación de otras especies. “Aquí todos estamos comprometidos con la recuperación de la palma de Sasaima”, comentó Néstor Marín, vocero de la Alcaldía.

Este año, los pobladores de San Francisco y de los demás municipios de la región llevarán el Domingo de Ramos buena parte de las palmas que ha sembrado don Arnulfo, con ayuda de sus dos hijos, debido a que su esposa sufrió un accidente que la dejó discapacitada.

La fama de don Arnulfo en la región crece como sus semilleros. Quizás por ello estuvo tan nutrido el acto de lanzamiento de la campaña “Reconcíliate con la naturalreza”, .que por octavo año promueve el Ministerio de Ambiente, Conservación Internacional, Proaves, la Iglesia Católica y otras entidades gubernamentales y no gubernamentales. Desde los abuelos hasta los niños más pequeños se concentraron en la plaza principal del municipio, para dar inicio a la campaña, el sábado 8 de marzo. Ese día, además de la siembra simbólica de una palma de Sasaima en el parque principal, hubo bailes tan típicos como la Danza de los Canastos, show de porristas, concierto, desfile de autos clásicos. En fin, toda una fiesta a la sombra de las palmas que ya tienen padrinos y por supuesto, bendiciones.

Reconcíliate con la naturaleza (PARA RECUADRO)

Desde hace ocho años, el Ministerio de Ambiente, con apoyo de Conservación Internacional y de la Fundación Proaves, entre otros organismos gubernamentales y no gubernamentales, iniciaron una campaña para proteger la Palma de Cera del Quindío, declarada “rbol Nacional de Colombia. Este especie. Esta especie es considerada en vía de extinción debido a la sobreexplotación en la época de Semana Santa, celebración católica en la cual se comercializa esta especie para celebrar el Domingo de Ramos.

La campaña se hizo extensiva a otras especies como el loro orejiamarillo, que habita únicamente este tipo de palmas; la tortuga icotea, exclusiva de Colombia y del oeste de Venezuela, las aguilas cuaresmeras y la iguana.

Dentro de los positivos resultados de concientización y de uso de otras palmas alternativas como las que comercializa la empresa Jardineros, el director de Conservación Internacional, Fabio Arjona destaca el aumento de la población del loro orejiamarillo, de 80 individuos en 1998, a más de 500 en 2008, en el departamento del Tolima, específicamente en el municipio de Roncesvalles, donde comenzó la campaña.