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Bogotá, mayo 15 de 2013.- La Casa de la Ciencia de Buga recibe mensualmente a 1.700 niños para educarlos de manera didáctica en diferentes temas. Su director y fundador, el zootecnista Oscar Amaya, recibió el premio Compartir al Maestro.

Según informó la Agencia de Noticias Unimedios, la Fundación Casa de la Ciencia de Buga recibe mensualmente a1.700 niños para educarlos de manera didáctica en áreas como biología, matemáticas, astronomía y ecología.

Cerca de 40 especies de animales disecados, 15 cráneos, un insectario con 250 especies, 10 paneles pedagógicos con fotografías de astronomía y biología, 15 microscopios, 7 telescopios, una tabla periódica de 2 metros de alto, una estación meteorológica y 2 coloridos posters de biodiversidad, hacen parte de la amplia gama de herramientas pedagógicas de este laboratorio.

Al recibir su título de zootecnista, el profesor Amaya decidió dedicarse a educar a los niños de su región a través de la Casa de la Ciencia, un espacio que los acerca al mundo científico de manera divertida.

“Hemos desarrollado proyectos de contaminación atmosférica, nutrición de tortugas morrocoy, estudios climáticos, entre otros, que han aportado de manera significativa a los estudiantes, quienes además de aprender de manera entretenida se motivan y quieren ser grandes científicos”, sostiene Amaya Montoya.

El esfuerzo y la dedicación por contribuir en la educación de estos niños lo hicieron merecedor al Premio Compartir al Maestro en reconocimiento a su ejemplar experiencia pedagógica.

Según Amaya, este reconocimiento sorpresivo está fundamentado en la creación de estrategias para hacer del aprendizaje científico una diversión y no una tortura, utilizando en muchas ocasiones el juego y el conocimiento como elementos de aprendizaje.

Se trata de convencer a niños y jóvenes de que pueden ser científicos, lo que se convierte en una labor gratificante. Para ello se ha creado una estrategia: que los proyectos de investigación partan de la aplicación de conocimientos brindados por los maestros a sus educandos, en la solución de un interrogante formulado por ellos.

“Una tarea que nos hemos propuesto con aquellos que tienen menos posibilidad de pagar por un laboratorio o taller de ciencia, es constituir cada año un club de ciencia, un club de astronomía, un centro de investigaciones bioecológicas y asesoramos individuos que quieran ejecutar proyectos de investigación por procesos”, dice el zootecnista.

Los resultados son buenos según lo indica el educador, pues el 18% de sus estudiantes por vocación se vinculan a carreras con proyección científica o se integran a procesos de investigación en sus instituciones.

Este proyecto le ha entregado importantes reconocimientos. En el 2008, recibió el premio como uno de los Diez Jóvenes Sobresalientes de Colombia, entregado por la Cámara Junior Internacional de Bogotá. En el año 2009, el Premio Nacional al Mérito Científico otorgado por la Asociación para el Avance de la Ciencia (ACAC). Y en el año 2010, el Sello de Bronce de Responsabilidad Ambiental otorgado por la Embajada Británica.

Estos reconocimientos, sin duda alguna, respaldan la labor del zootecnista que un día quiso cambiar la historia de la enseñanza de la Ciencia en Colombia y que hoy ha logrado integrar las sonrisas de muchos niños con el mundo de la ciencia.