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MADRID, mayo 27 de 2016 (Eco-Avant).- La compañía Gemalto, con sede en Amsterdam (Países Bajos), especializada en la fabricación de tarjetas inteligentes y seguridad digital, propone el uso de tarjetas fabricadas con productos de origen biológico que resultan biodegradables y 100% reciclables, por lo que al terminar su vida útil pueden depositarse en el contenedor de materia orgánica para producir abonos.

“Las primeras tarjetas bancarias de menor impacto ambiental eran de plás­ticos reciclados, pero sólo podían reutilizarse un cierto número de veces y contaminaban igualmente al ser desechadas”, señala Dimas Gómez, director de Mercadotecnia del área de Finanzas de Gemalto.

Las tarjetas de "fuente biológica" están elaboradas con ácido poliláctico (PLA), un material obtenido a partir del ácido láctico del maíz. Después de tres años de investigación y desarrollo, se logró un material con las mismas características de resistencia que el PVC, y que cumple con todos los requerimientos de una tarjeta bancaria en materia de seguridad (como soportar hologramas, chips y bandas magnéticas).

Las tarjetas, elaboradas con ácido poliláctico (PLA), que fabrica una empresa en Singapur, tienen un periodo de vida de tres a cuatro años, suficiente para cubrir el periodo de caducidad de la unidad, y se biodegradan en condiciones de elevada temperatura (a partir de 58 grados centígrados) y humedad (mínima del 90%), así que no hay peligro de que se deshagan en la cartera, asegura Gómez.

El modelo ha sido adoptado ya por otras entidades en países como Dinamarca, Francia, Finlandia, Alemania e Italia. Fuera de Europa, México ha sido el primer país americano donde una entidad financiera, el CI Banco, ofrece a sus clientes la posibilidad de utilizarlas desde el año pasado. Y también se emplean ya en Líbano.

En 2012, el banco austríaco Raiffeisen, el más importante por volumen de negocios del país alpino, fue el primero en adoptar las nuevas tarjetas, que previamente fueron homologadas y aceptadas por Visa Europa. Inicialmente se hizo una edición especial de tarjetas de prepago que se entregaban en un EcoPack realizado con material reciclado.

Del PVC al maíz

La mayoría de tarjetas que circulan en el mundo actualmente son fabricadas en PVC. En 2012, se hicieron transacciones con 14.440 millones de estas, según The Nilson Report, principal fuente informativa al respecto, de las 3.534 millones de Union Pay, casi 2.500 millones fueron emitidas por Visa y 1.157 millones por Master Card.

Hoy día, se calcula que circulan unos 15.000 millones de unidades en el mundo, con las cuales se hicieron 227.000 millones de transacciones durante 2015, un 16,1% más que en el anterior.

Se augura que las tarjetas operativas alcanzarán la cifra de 20.500 millones el año que viene, pues cada año se ponen en circulación unos 10.000 millones de nuevas tarjetas bancarias en todo el planeta, que sustituyen a otras cuya data de caducidad expira, o que han sido extraviadas o robadas, lo que genera una enorme cantidad de residuos.

Al estar hechas con PVC, (policloruro de vinilo), un plástico de los más contaminantes, las tarjetas desechadas suponen unos 34 millones de kilos de PVC anuales, sin contar con la enorme cantidad de carnés y tarjetas de toda clase de empresas, comercios y entidades que las utilizan con un chip o una banda magnética. También las hay confeccionadas con acrilonitrilo butadieno estireno, que se compone en un 50% de estireno y en porcentajes variables de butadieno y acrilonitrilo, aunque no son muchas.

Dado que el material incorpora cloro, en los procesos de fabricación y destrucción del PVC se pueden generar sustancias tan nocivas como las dioxinas, que, según la Organización Mundial de la Salud, "tienen elevada toxicidad y pueden provocar problemas de reproducción y desarrollo, afectar el sistema inmunitario, interferir con hormonas y, de ese modo, causar cáncer". Por esta razón, el PVC dejó de ser utilizado para la fabricación de botellas de agua mineral y otros envases alimentarios. En caso de quemarse, este plástico genera además gases ácidos y corrosivos.

En teoría, el PVC puede ser reciclado para obtener nueva materia prima, pero el de las tarjetas incorpora elementos que dificultan enormemente su reaprovechamiento, resinas como el acetato y tintes, además de los chips y los hologramas. La empresa estadounidense Earthworks System trató de recuperarlas para producir nuevas unidades de PVC 100 por cien reciclado, pero tuvo que desistir ante los grandes problemas que causaban todas estas adiciones.

Mientras se sigan empleando, las tarjetas podrían hacerse con plásticos menos conflictivos, pero ello resultaría más caro.