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Esta especie (Pangasianodon hypophthalmus), presente desde hace seis años  en Colombia, navega hoy en criaderos, tiendas de mascotas, mercados del país y aguas del río Magdalena.

 

BOGOTÁ, D.C.- Siete departamentos de Colombia y al menos ocho localidades del Bajo Magdalena reportan aumento en registros de captura y comercialización del pez basa entre 2011 y 2016.

A seis años de su aparición en Colombia, las consecuencias de la introducción de este pez,  nativo del delta de los ríos Mekong (China) y Chao Phraya (Tailandia) son inciertas para la ictiofauna y ecosistemas acuáticos regionales debido, entre otros factores, a vacíos de información.

En 2011, tras la denuncia de acuicultores e ictiólogos de la presencia en criaderos del pez basa con fines ornamentales en el Valle del Cauca, Cauca, Huila, Meta y Santander, el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) solicitó al Instituto Humboldt un concepto técnico sobre el nivel de riesgo de la especie para los peces y ecosistemas acuáticos de agua dulce del país.

Un año después, los resultados de dicha evaluación fueron incluidos en el IV Catálogo de la Biodiversidad Acuática, publicación en la que el Humboldt categorizó la especie como de alto riesgo tras comprobar su reproducción con propósitos comerciales. Esta es una actividad ilegal, pues en Colombia solo se autoriza la importación del pez basa en filete para consumo masivo.

Pese a lo anterior, en el país no es posible hablar de una invasión debido, entre otras razones, a la ausencia de estudios que aporten parámetros para aseverar que tal fenómeno ocurre.

De hecho, el pez basa no se reconoce de manera oficial como especie introducida en Colombia pues ni el MADS ni la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) han aprobado solicitudes de importación de individuos para acuicultura o fines ornamentales.

Así ocurrió, por ejemplo, con la negativa a la solicitud presentada por la Corporación Centro de Desarrollo Tecnológico Surcolombiano (Acuapez) basada en el Estudio de impacto ambiental, introducción y zoocría de parentales de la especie exótica Pangasius hypophthalmus”.

Tiempo después el MADS,  entidad que ejerce la secretaría científica del Comité Técnico Nacional de Especies Introducidas y/o Trasplantadas Invasoras en el Territorio Nacional, convocó a los institutos de investigación del Sistema Nacional Ambiental (Sina) para discutir la pertinencia de incluir o no al pez en la lista de especies invasoras.

Aunque hubo acuerdo respecto al alto riesgo que representaba la introducción del pez al país, aunque ni siquiera se reconozca como especie como potencialmente peligrosa, no fue posible incluirla en un posterior resolución sobre especies invasoras emitido por el MADS ni otras previas.

En la cuenca del Magdalena

Hacia 2015, un estudio emprendido por los investigadores Mauricio Valderrama, José Iván Mojica, Andrea Villalba y Fabel Ávila, de la Fundación Humedales y del Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia, y publicado en la Biota Colombiana, siguió el rastro del pez en el territorio colombiano.

En esta oportunidad, pescadores artesanales capturaron ejemplares en aguas del río Carare y en la ciénaga de Guarinocito, cuenca del Magdalena; luego, registros confirmados ubicaron prototipos del pez en localidades de la misma zona: Puerto Triunfo, Puerto Berrío, Santa Clara, Caño San Juan, Ciénaga de Chucurí y del Opón, además de Barrancabermeja.

Asimismo, la comercialización de pescados frescos fue detectada en mercados locales de poblaciones ribereñas de la cuenca alta y media del río Magdalena, sin que a la fecha se haya establecido si llegaron como resultado de actividades de piscicultura ilegal o de captura en el medio natural.

Alta importación

La aceptación del pez en el mercado ha despertado en los piscicultores colombianos el interés por su cría y producción a gran escala, si se tiene en centa que según cifras suministradas por la Autoridad Nacional de Acuacultura y Pesca (Aunap), en el primer semestre de 2015 Colombia importó 19.665 toneladas de pez basa, por valor de 40,3 millones de dólares, debido a la alta demanda para consumo.

Por la vía legal el pez basa podría clasificarse, a futuro, como especie domesticada, como ocurrió con la tilapia y la trucha, pues el Decreto 1780 de 2015, expedido por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y el MADS, autoriza que especies introducidas al país se declaren como domesticadas para fines de piscicultura.

Con este panorama se esperarían probables impactos sobre las especies nativas en la cuenca del Magdalena, la cual presenta una disminución considerable en la producción pesquera: cerca de un 50 % en los últimos 40 años y con probables descensos en tiempos recientes, lo que complicaría más la situación actual de las pesquerías regionales.

También es presumible que la especie pueda competir con otras nativas de esta cuenca, que sustenta cerca del 70 % de la producción pesquera anual. Como si fuera poco, sus características biológicas, dieta amplia, elevadas tasas de reproducción, rápido crecimiento, tolerancia a condiciones ambientales extremas y comportamientos migrantes presuponen una rápida expansión por todas las tierras bajas del cauce.

Lo anterior preocupa porque en el norte de Suramérica la cuenca del río Magdalena es considerada la de mayor riqueza especies de peces (167 dulceacuícolas primarias y por lo menos 66 endémicas); para los Andes Tropicales es la que más cantidad de especies acuáticas amenazadas registra y ocurre lo mismo a nivel nacional, de acuerdo con el Libro Rojo de Especies Dulceacuícolas de Colombia suman 35 las especies en peligro.