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Esta nueva especie, cuya larva no solo consume las hojas de los frailejones en el Parque Nacional Natural Chingaza, sino que afecta la capacidad de la planta de captar agua proveniente de las lluvias que alimentan la Represa que surte de agua potable a Bogotá

BOGOTÁ D.C.- Dos investigadores que permanecieron cuatro años a unos 3.700 kilómetro de altura sobre el nivel del mar rodeados por frailejones chuscales y puyas (principal fuente de alimentación del oso de anteojos en el altiplano cundi-boyacense), en la Cuenca de la Quebrada Calostros, en el Parque Nacional Natural Chingaza, descubrieron la presencia de una nueva especie de polilla cuya larva o estado inmadura consume las hojas jóvenes de los frailejones. Esto, además de causar graves daños a su crecimiento, afecta su capacidad de captar el agua proveniente de las lluvias y la niebla, que luego se filtra por los suelos y pasa a la quebrada que alimenta la Represa de Chingaza.

Se trata de los estudiantes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Luz Stella Fuentes y Carlos Bojacá, quienes hallaron un insecto denominado por ellos Lepidóptero Pterophoridae Oidaematophorus espeletiae. Se trata de una potencial amenaza para el suministro de agua en la ciudad ya que de hecho, los resultados arrojados en los cerca de 70 puntos de muestreo y más de 2.000 frailejones estudiados, indican que ocho de cada 100 de estas plantas están afectadas, en algunos casos con un nivel de severidad que oscila entre el 75 el 100%, estado en el cual es casi improbable que sobrevivan.

El daño a la planta empieza cuando el adulto de la polilla Pluma, como es conocida popularmente, pone los huevos en ella; pasado un tiempo salen larvas que empiezan a alimentarse del meristemo o tejido joven de estas fábricas de agua. El insecto crece hasta llegar al estado de pupa y finalmente alcanza la adultez, momento en el cual busca pareja para copular y volver a incubar los huevos en otro frailejón.

Contrario a lo que se piensa acerca a las condiciones climáticas de un páramo, caracterizado por las bajas temperaturas, niebla y una alta concentración de lluvias, la visita a Chingaza esta vez estuvo enmarcada por una sequía que lleva más de 15 días y una temperatura cercana a los 18 grados centígrados.

Aunque algunas creencias populares de los habitantes y guías del lugar apuntan a que el clima del páramo se encuentra estrechamente ligado a las energías de las personas que lo visitan, lo cierto es que dicho fenómeno puede estar relacionado con el cambio climático y el calentamiento global que, según los investigadores, es la causa principal de las dos hipótesis que se manejan sobre el origen de la polilla.

La primera de ellas sugiere que el aumento de las temperaturas que ha venido registrándose en los últimos años llevó al insecto a establecerse en el páramo y encontrar en el frailejón una fuente de alimento. Una segunda posibilidad apunta a que esta especie siempre ha estado en el lugar, pero al cambiar el clima la población de la polilla creció al igual que el consumo del frailejón.

Segunda fase de la investigación

Al internarse por el follaje del lugar, Luz Stella Fuentes manifiesta que aunque se han identificado algunos enemigos naturales de este insecto, como las larvas de díptero (moscas, mosquitos y tábanos) y algunas avispas, es precipitado pensar en un control biológico natural o químico de este depredador de frailejones, pues su introducción al ecosistema podría provocar una alteración significativa en las especies vegetales y animales que viven en el páramo, e incluso en el agua que filtran dichas plantas.

Hasta el momento la única solución posible es continuar haciendo monitoreo constante y periódico a los frailejones, con el fin de evidenciar cómo ha evolucionado el problema. Para ello, los investigadores trabajarán en una segunda fase de investigación que consiste en el perfeccionamiento del muestreo a través de trampas y feromonas que permitan capturar adultos de esta especie y determinar su ubicación y distribución en el páramo. La idea es que esta metodología pueda ser implementada por los entes encargados, entre ellos el Acueducto de Bogotá, uno de los financiadores de la primera fase.

Si bien se conoce que el ciclo de vida de esta polilla es de aproximadamente cuatro meses, gracias a los estudios hechos en el biotrón del Laboratorio de Entomología ubicado en el Centro de Biosistemas de la U. Tadeo Lozano, aún falta evaluar la capacidad de reproducción del insecto, es decir, cuántos huevos logra poner. Para ello, en la siguiente fase se contempla la posibilidad de instalar jaulas ubicadas en los frailejones con presencia de polillas adultas.

Ortofoto, una fotografía hecha mapa

En medio del silencio que caracteriza al Páramo de Chingaza, donde solo se escucha la voz de los visitantes proyectada como eco al chocar contra los roquedales que envuelven la cuenca, así como el sonido particular del aleteo del abejorro de páramo, un dron equipado con una cámara fotográfica de grado comercial, y dirigido por el investigador Carlos Bojacá, irrumpe en el paisaje de la cuenca.

Con ella se toman imágenes de alta resolución para mapear la cobertura de las especies vegetales de la zona, procedimiento que sería imposible de realizar por tierra o a través de imágenes satelitales, pues la nubosidad no permite la visión de este último dispositivo.

La técnica es conocida como ortofoto; como su nombre lo indica, se trata de la captura de fotografías cada dos segundos, cuya secuencia se une mediante un software especializado, de tal manera que el resultado es una gran imagen del terreno con su respectiva posición geográfica, gracias al GPS que viene integrado al dron.

Esta tecnología, financiada a través de un proyecto de cooperación entre la Universidad de Lovaina (Bélgica) y la Utadeo, permite saber con precisión qué porcentaje y tipos de frailejones, chuscales y pastizales existen, así como en qué nivel estas poblaciones han sido intervenidas por el hombre. Tras 20 minutos de planeación a más de 100 metros de altura, Bojacá logró captar más de 200 fotos del terreno.

Al finalizar el recorrido, una ligera lluvia en la cuenca despidió a los investigadores, como si la naturaleza en su sabiduría quisiera recordar que aún hay esperanza para estas “fábricas de agua” y que el páramo aún vive, pero es tarea del hombre conservarlo.