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BOGOTÁ, mayo 5 de 2014.- Después de su tránsito por países como Estados Unidos, Japón y China, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia, el Viceministerio de Comercio Exterior e Integración y la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia en Colombia, en cabeza de su embajador, Mario Carvajal Lozano, decidieron traer la exposición al Jardín Botánico José Celestino Mutis para que los bogotanos conozcan más de este producto, y en general, de la diversidad cultural del pueblo boliviano.

La exposición consta de una muestra fotográfica, paneles informativos, exhibición de herramientas para la producción de la quinua, piscinas de quinua, costales rellenos del cereal, una balsa de Totora sobre phullos, chiwiñas (sombrillas altas y cuadradas), platos de barro, y diferentes productos elaborados con el grano.

La quinua es una planta herbácea que puede llegar a medir 3 metros de altura. Tiene un tallo recto y sus flores pueden ser de diversos colores como marrón, verde, rojo o púrpura, lo que la hace una planta de una exuberante belleza. Civilizaciones antiguas como la Tiahuanacu e Inca la cultivaron, por eso se considera un alimento milenario unido a las culturas y luchas de los pueblos andinos de América.

Entre los países con mayor variedad genética de este grano se encuentran Bolivia y Perú. Particularmente, Bolivia produce la Quinua Real, que crece en la región de los salares de Uyuni y Coipasa.

Una característica particular de la quinua con respecto a todos los granos andinos es su versatilidad desde el punto de vista culinario pues puede ser preparada de múltiples formas y usada en diversidad de platos por sus contenidos nutricionales pues contiene todos los aminoácidos esenciales y es rica en minerales, especialmente fósforo, potasio, magnesio y calcio.

Además, tiene propiedades medicinales lo que la hace un producto integral y excepcional. Otro valor adicional es su adaptabilidad a diversos climas lo que se presenta como una respuesta a la crisis ecológica y alimentaria que se genera como consecuencia del cambio climático.

El reconocimiento por parte de Naciones Unidas destaca los valores nutricionales de este alimento, su contribución a la seguridad y soberanía alimentaria, y realza la importancia del conocimiento tradicional como fuente de saber de los pueblos originarios indígenas de los Andes.